jueves, 30 de diciembre de 2021

12 uvas


Esta noche se consumirán millones de uvas. Como decía magistralmente Mecano "Entre gritos y pitos los españolitos, enormes, bajitos, hacemos por una vez algo a la vez"

Es uno de esos momentos mágicos de la Navidad, como el brindis en Nochebuena o el despertar de los niños el día de Reyes. He hecho el propósito de pensar en 12 personas que hayan sido protagonistas de este mi año 2021 y agradecer su cariño, desde lejos o desde cerca, y acordarme de cada una conforme suene el reloj de la Puerta del Sol. Pero ha sido imposible. 

Y ha sido imposible porque me salen muchas más de 12, me salen mogollón. Si estás leyendo este post, muy posiblemente seas una de esas personas, dado que apenas lo leen Family and Friends, pero los very very Friends, así que aprovecho para decirte que serás la uva 8 o quizá la 3, pero me acordaré de ti esta noche, después de los cuartos y antes del cava.

Te pones a pensar en lo que ha sido este curioso 2021 y vienen a la cabeza todos esos memes que hablaban de que ya sólo faltaba la invasión extraterrestre y la apocalipsis zombie.  Pero si en vez de mirar a la pantalla de la tele o del teléfono, me olvido de las grandes noticias y me fijo en mis grandes-pequeños momentos, aparecen decenas de personas a las que recordar con cariño y gratitud. 

Personas que son mi hijo y mi hija, y su madre, en ese peculiar equilibrio que mantenemos. 

Personas que son hermanas y hermano, y madre. Sobrinos de esos que sientes como un poco hijos tuyos. Cuñados. Tíos. Primos. Nos hemos visto poco, pero no por cosa nuestra, no nos quedó otro remedio.    

Personas con las que he reído o me han hecho reir. Esas personas que siempre veo con una guitarra y una bandurria por medio. O las que están alrededor en la piscina de la urbanización en verano.

Personas con las que he caminado por el campo, casi todos los días del año. Siempre con buena conversación, con cariño, con risas. Que me han enseñado lo bonito que es ver un pájaro, y lo sorprendente que me resulta que se sepa sus nombres. Personas que te muestran rutas para caminar, moverte entre árboles y montañas, y no perderte. Ver una víbora o aprender a querer a un perro. Y los hermanos de esas personas, siempre allí desde el siglo pasado. Personas con una pelota de golf en el llavero o una pulsera con su nombre en la muñeca. 

Personas que son mis compañeros de trabajo (los que están por encima y los que están alrededor) y especialmente a mis compañeros de trabajo que ya son amigas, y que ellas saben quienes son. Hacer de posadero del marido de una, admirar la inteligencia emocional de otra y la vitalidad y blanca simpatía de la otra. 

Personas que he conocido este año y que permiten experimentar algo fascinante, al menos para mí, que es conocer la vida, la experiencia y los sentimientos de otras personas. Sin duda, algo que me resulta emocionante, como cuando vas conociendo el personaje de una novela. 

Recuperar personas que estaban olvidadas, ocultas, porque en el pasado las cosas no habían sido fáciles, pero ver que siguen teniendo la puerta abierta para ti, y eso te hace pensar que algo les darás cuando te vuelven a aceptar, y te hace sentir valioso, un poquito, y feliz. Muy feliz. 

Personas que son los profesores de mis hijos, a los que conozco y veo en ellos cariño de verdad, no interés profesional, por lograr que sean felices y que se hagan mayores, adultos, responsables. 

Serán 12 uvas para un año que se cierra en equilibrio y, básicamente, en paz. Espero que el tuyo se cierre igual. De corazón. 

 

  

 


jueves, 23 de diciembre de 2021

Navidad, siempre Feliz Navidad

 




















"No perdamos la ilusión de la Navidad por los que ya no están, ello fueron los que nos enseñaron a vivirla" 

Algo así decía un meme que recibí hace pocos días en un grupo de amigos. Me gustó tanto que dije, esto se merece un post y me gustaría estar a la altura y saber compartir mis sentimientos, con acierto y gratitud. 

A mi me ha encantado la Navidad desde que nací. Tanto me gusta que decidí nacer en Navidad, por si acaso quedaba alguna duda. En Navidad recibía todos los regalos que recibía al año, en apenas 48 horas, por lo que el resto del año desmerecía bastante. Sólo se le acercaba un poco los dos meses de verano en la playa, pero poco. Y el día de la Comunión, claro, eso fue la leche, pero fue sólo una vez. 

En Navidad observaba de niño con sorpresa cómo se adornaba mi casa con colores, espumillones y lucecitas que se apagaban y se encendían. Se ponía el Belén y de repente en el pasillo había un diorama con figuras a escala. No era una escena bélica con mis maquetas Tamiya, pero se acercaba bastante. En Navidad se ponía el Scalextric, que era "muy grande y no se puede tener ese trasto por medio" pero esos días, sí, te dejaban. Había años que incluso poníamos un Árbol de Navidad, no fueron muchos, pero los hubo. 

En Navidad venía mi hermana y mi cuñado, que vivían y viven muy lejos y pasaba con nosotros unos días estupendos y me hacía mucha ilusión verlos. Y con mi hermana llegaban los polvorones. No conozco a nadie cuando hay un polvorón cerca. Literalmente, a nadie. No entiendo que haya tanta gente que no les gusten, serán que los que han comido no son como los de mi hermana. 

En Navidad hay días de descanso, de no madrugar. Días dedicados, por ejemplo, a la ilusión de comprar un regalo, imaginando la cara de satisfacción que va a poner la persona al abrirlo. El proceso de comprar un regalo tiene un trasfondo maravilloso, y es dedicar un tiempo a pensar en esa persona y bucear en lo que conoces de ella para saber lo que le puede hacer ilusión. A mí eso me encanta. 

En Navidad en casa , de niño, había una caja de ostras. Eso no pasaba el resto del año, ni una caja ni una docena, vamos. A mi particularmente me dan un poco de asquito, pero adoro el recuerdo de ver a mi padre buscando en la despensa el artilugio adecuado para abrirlas, ajustarlo a la encimera de la cocina bien fuerte y conseguir separar las conchas, una a una. Era un momento especial, por dos razones, porque era Navidad y por ver a mi padre en la cocina haciendo algo productivo. Sólo sucedía en tres ocasiones. En Navidad con las ostras y con el Centollo, y durante el resto del año con la ensaladilla rusa. Nadie como él abriendo latas y repartiendo su contenido sobre la bandeja para luego recubrirlas con la mahonesa. 

Y sin querer hemos llegado al motivo de este posts. Dentro de unos días hará 24 años que se marchó.  No se marchó en Navidad, pero casi casi. 

Pero no voy a dejar de disfrutar la Navidad, de poner el Belén o el Árbol de Navidad, de hacer regalos y de comer polvorones con toda la felicidad que aprendí de niño porque papá ya no esté. Al contrario, mi intención es trasmitir esa ilusión a los que quiero. Así lo habría querido. Siempre le vi disfrutar en Navidad, con toda su familia alrededor. 

Me dan mucha pena las personas que dicen que "ya no les gusta la Navidad" porque se acuerdan de los que ya no están. Como también me la dan lo que dicen que no les gusta la Navidad porque es una fiesta hipócrita en la que parece que todo el mundo tiene que quererse por obligación y que el resto del año ni se hablan. Muchas veces son las mismas personas. Parece que sólo buscan excusas para no ser felices, para no hacer regalos a las personas que quieren, para no abrir ostras, no preparar el centollo, no poner el Scalextric o para no comer polvorones. 

Yo, la verdad, no les entiendo. Es más bonito dejarse llevar y sonreír. Son 4 días. 






lunes, 20 de diciembre de 2021

La mujer oculta


 "Tu tienes una mujer oculta" me dijo la echadora de cartas mientras descifraba los mensajes que emitían los arcanos del tarot desplegados sobre la mesa. No piense el lector que voy regularmente a estos sitios ni que creo en ello. Fue una amiga, experta en leer el futuro, que nos hizo pasar a varios amigos un rato muy divertido. 

Dando por hecho que la adivinadora tarotil no tiene porqué tener razón, pero reconociendo que esa frase me picó la curiosidad mucho más que otras de las cosas que me dijo, me decidí a profundizar en mi yo interior a ver que encontraba. 

No sé si ella pensó que yo tenía un intenso lado femenino deseando desbordar y ocultar mi aparente masculinidad o se refería a que en mi vida hay una mujer importante que, de alguna forma, permanece escondida, en una discreta segunda línea. 

Descarté la primera opción de inmediato. Además de no sentirme nada identificado con la propuesta, creo que resultaría tremendamente aburrido otro caso similar en la familia. Me fascina la mujer, en general, aprender de su forma de vivir los sentimientos y de utilizar su inteligencia, y creo que, como hombre, hay mucho más que aprender de las buenas mujeres que de cualquier otra cosa en el universo humano conocido. 

Por lo tanto, me centré en la segunda opción. Repasé las mujeres de mi vida y encontré una opción estupenda. Una mujer que conocí hace tiempo y con la que por circunstancias de ambos hemos mantenido una amistad de dos, para quedar, hablar y compartir. 

Ella es muy buena. con cara de niña y chiquita. Es todo sentimiento y cariño con los que quiere. Le encanta cuidar a los demás, algo que hace tanto en su vida personal como profesional, pero no ha encontrado mucha gente que la cuide a ella. Supongo que es tentador tener a alguien al lado que te cuida constantemente, acostumbrarse y pensar que va a durar toda la vida, sin dar mucho a cambio. Pero no es así. 

Es sentimental y cariñosa. Todo ello hace que parezca frágil. Le pasan cosas buenas y cosas malas, como a todos, pero ese aspecto tan "delicado" hace presuponer que las cosas malas le afectan más, pero no es así. Permanece de pie, llora, se queja, pero no se derrumba. Sigue caminando con seguridad, aunque no lo diga, admirable y atractiva.  

Hemos charlado mucho y compartido momentos desde hace un tiempo. Pasamos por épocas en las que nos vemos más y otras en las que no nos vemos nada. La vida. Ahora estoy en esa fase de verla, gracias a las cartas que me dijeron que tenía una mujer oculta, y que a lo mejor debía tenerla más en cuenta. Ya no es tan oculta, supongo.  



jueves, 16 de diciembre de 2021

Felicidad no es alegría


 

Si estás atento, ves ratitos de felicidad alrededor. Hay que estar un poco avispado, así como con los ojos muy abiertos, pero hay muchos ratitos, y encontrarlos es maravilloso. (Nota para el autor: Es más complicado si sólo miras a la pantalla del móvil.) 

Ayer tuve el privilegio de presenciar un "ratito de felicidad" de una persona muy alegre, divertida, disfrutona, buena, generosa y sincera, pero a la que, al menos hasta ese momento no había visto feliz. Ella es intensa, no pasa desapercibida. Muy habladora, como si tuviera dentro una máquina de fabricar palabras, siempre hace compañía. De esas mujeres que merecen la pena por su entrega a los demás, y aunque muchas veces eso sólo la genere desilusión y desencanto, ella sigue haciendo lo mejor para lo demás. Ella dice que es un problema mental, que no es normal ser así, porque no disfruta, que es como una especie de obligación que la inculcaron de pequeña y al final se ha vuelto en su contra porque se olvida de ella, y eso le hace infeliz. 

Esa educación de otros tiempos en los que las mujeres aprendían a servir, y se confundía esa servidumbre con amor.  

Tal y como ella lo cuenta da un poco de pena. A mi me gusta pensar que lo hace porque no puede ser más buena y que si no fuera un pedazo de pan, habría mandado a hacer gárgaras toda esa educación errónea recibida hace mucho tiempo, y sería algo más egoísta, en el buen sentido de la palabra.

Pues ayer la vi feliz, y me alegró el corazón. La he visto reír muchas veces en otras ocasiones, con una risa algo exagerada, pasada de volumen, explosiva, intensa, pero no había visto la felicidad en sus ojos. Pero ayer, tomando una coca-cola desbordó una felicidad que se le caía de los ojos, una felicidad tranquila, sosegada, sin ruido, una felicidad que le llenaba la cara. 

Hablaba de los recuerdos con su padre, de niña, mientras recogían musgo en el campo y ella, con unas botas katiuskas, se metía en un charco y su padre la miraba de reojo, con amor de padre. Los que ya no tenemos padre tenemos esos momentos, que vienen a nuestra mente de vez en cuando y que nos hacen dar gracias por haber disfrutado de alguien tan generoso, cariñoso y cercano. 

Hablaba de besos de su padre en la mañana para darle los buenos días. De muchos besos suaves y casi silenciosos que mitigaban su terrible despertar y pensaba ella, aunque no me lo dijo, que nadie la ha vuelto a despertar así. Y si se los han dado, no me lo contó. 

Fue una tarde de invierno, fría, pero mereció la pena recordar que ver a una persona reír no significa que sea feliz. La felicidad se cae por lo ojos, como las lágrimas cuando no eres feliz.  





 

viernes, 10 de diciembre de 2021

El primer amigo

 


"Quiero ser tu amigo y es que no te dejas". La frase llegó así de repente, cuando caminábamos cuatro compañeros de clase de camino a su casa a merendar tostadas francesas, como tantas tardes después del colegio, creo que en primero de BUP, pero en eso me falla la memoria. Estábamos llegando a su casa, un espectacular ático de dos plantas y 12.000 habitaciones (aproximadamente) en la calle Francisco Silvela, a la altura de Diego de León. Eramos unos privilegiados y no lo sabíamos, pero eso quizá merece otro post. 

"Quiero ser tu amigo y es que no te dejas". Después de esa frase llegaron otras que explicaban este argumento, y en las que mi pretendiente a amigo mostraba su cierto hartazgo ante la falta de respuestas por mi parte. Yo, la verdad, es que no había tenido amigos antes, en el concepto profundo del término. Siempre había sido un chico bien adaptado en el colegio, simpático, muchas veces era el delegado de clase, jugaba relativamente bien al fútbol y luego llegó la guitarra y todo marchaba bien. Pero es cierto que no tenía amigos. No comprendía lo que eso suponía. 

A mis 14 años no distinguía la diferencia entre pasarlo bien con alguien y tener cariño a alguien que no fuera de mi familia. Mi corazón asumía que lo que permanece es la familia y que los demás van y vienen y, que sólo se tiene cariño a los que permanecen, porque los otros no son tuyos realmente. No es que hubiera hecho esa reflexión a conciencia, sino que más o menos era lo que me pasaba. He pensado mucho sobre esto toda mi vida, no se crea el lector. 

"Quiero ser tu amigo y es que no te dejas". Y de repente alguien que no era de mi familia me decía que me quería, que me quería como amigo, y que yo no respondía como él esperaba. Desde ese día el ha sido mi amigo, hasta hoy, y sigue siendo el primer amigo. Le he visto hace un par de semanas, después de cierto tiempo sin vernos. El whtasapp lo hace todo más impersonal. Y cada vez que le veo me acuerdo de esa frase en esa calle llegado a su casa, que me abrió el corazón a otro tipo de afecto, de cariño, de amistad. 

Yo pensaba que todo marchaba bien, era un tipo simpático, muy alegre y un poco loco. Me reía y me gustaba pasar el tiempo con él, como con toda la panda de aquellos años. Yo no pensaba que hiciera falta más, que fuera bueno implicarse, preocuparse, ayudarse. Hasta entonces.

Gracia a él tengo ahora amigos. Amigos que me han ayudado en momentos tristes y han disfrutado conmigo en momentos estupendos. Amigos que me han ayudado a conseguir trabajos, que me han dado buenos consejos que la mayoría de las veces no he seguido (o quizá sólo me acuerdo de los que no he seguido, por sus nefastas consecuencias), que me han dicho verdades como puños de esas que desde fuera son tal fácil ver, pero tan difícil cuando estás dentro. Amigos con los que disfruto siendo generoso  en tiempo y cariño cuando tengo tiempo y me acuerdo. También he tenido decepciones y tristezas por las pérdidas, pero eso es la vida, momentos de 10 y momentos de 2. 

"Quiero ser tu amigo y es que no te dejas". Gracias por esa frase, 38 años después. 


miércoles, 1 de diciembre de 2021

Él y ella

 


Él siempre había sido muy buen chico. Un hombre bueno, incapaz de hacer daño a nadie, aunque también incapaz de hacer muchas cosas de las normales que tiene la vida. Sus días caminaban entre una tranquilidad que rayaba a veces el aburrimiento y esa tendencia suya a hacer bien las cosas, lo correcto. Sin duda, una buena persona que, en resumen, no sacaba todo el provecho a esta vida, que es la única que tenemos. 

Estudió su carrera, encontró un trabajo que mantiene desde hace décadas, se compró su casa, y su coche, hizo viajes, ahorra, conoció gente. Todo en principio muy estupendo sobre el papel, pero le faltaba algo, esa chispa que diera sentido a su tiempo libre, a sus ganas de amar y divertirse. La nota de su vida era para un 5, y eso, siendo él tan bueno, no es lo que se merece. La vida tiene que tener momentos de 10 y momentos de un 2, pero tener siempre un 5, además de monótono, es triste. 

Los que le conocemos y queremos sabemos que no puede ser una persona más buena, pero entendíamos que algo faltaba, que no estaba completo. Demasiado tímido a veces, muy reservado a la hora de confiar sus sentimientos, y reacio a escuchar consejos, ni siquiera de las personas que más le quieren. Nos daba penita y a veces, incluso algo de inquietud, porque no es bueno estar mucho tiempo sin ser feliz. 

Y un buen día todo cambió, cuando la conoció. Ella vino a cambiar totalmente su vida. Desde que se encontraron él comenzó a sonreír, a tener nuevas ilusiones. Cada día con ella se convirtió en una gran oportunidad para experimentar y aprender, para cruzar barreras que nunca había cruzado y atreverse con situaciones que antes jamás habría pensado protagonizar. Con ella llegó el punto de locura y atrevimiento que le había faltado siempre, antes encorsetado en su coraza de bondad, rectitud y sobriedad. Llegó el amor, la desilusión, la risa y el llanto. Con ella llegaron los momentos de 10 y también los momentos de un 2, por fin. 

Cuando la conoció comenzó a abrir su corazón y a compartir sentimientos que jamás nos había dejado conocer. Nos contó sus miedos, sus esperanzas y sus planes para el futuro. No era fácil asimilar todo lo que nos mostraba, y en ese torbellino a veces podíamos pensar que se había dejado caer por una cuesta, sin frenos, y que quizá todo era demasiado rápido. Pero qué coño, !Al final, por fin, vivía¡

Nos hace tan felices verle vivir, disfrutar, cambiar. Y así sigue, viviendo esa juventud que no vivió en su momento, desde que la conoció, a ella, una mañana, cuando se miró en el espejo. 



miércoles, 17 de noviembre de 2021

Se van las cabinas

 


Telefónica va a eliminar definitivamente la presencia de las cabinas en las calles. Mucho han durado, a la vista del dominio de la telefonía móvil en nuestras vidas. No hay persona mayor de 12 años que no tenga un teléfono móvil, o dos, o tres, dependiendo de sus actividades laborales, amorosas o incluso delictivas. 

Los boomers nos hemos criado con las cabinas como parte indispensable de nuestras vidas. Eran fundamentales para llamar a casa 5 minutos antes de la hora permitida de llegada y pedirle a mamá o a papá que nos dejasen llegar media hora más tarde por que "no llega el autobús"cuando realmente estabas diciendo "me lo estoy pasando muy bien" o "acabo de ligar y necesito explorar nuevas fronteras". Pero claro, para ello hacía falta tener algo de dinero suelto. Y que tus padres estuvieran en casa, que siempre estaban. Y si no estaban tus padres en casa, ya lo sabías tú y no hacía falta llamar. 

También eran fundamentales cuando tenías tu primer amor. Las conversaciones interminables "cuelga tu" era mejor tenerlas lejos de la atenta mirada del resto de la familia, porque el teléfono de casa tenía cable y estaba siempre en el salón, al lado de la butaca de mamá. 

Las cabinas no devolvían cambio, por lo que ellas decidían cuando se acaba la conversación. Colgar antes era perder dinero. Estabas tan ricamente hablando de cualquier cosa cuando de repente oías ese sonido como de que caía la última moneda y lanzabas un urgente "bueno, que se corta, adiós" que nunca sabías si era realmente escuchado por la otra parte. 

Las cabinas eran imprescindibles cuando tus padres ponían un candado al teléfono de casa. Si en la familia había cierta tendencia a hablar mucho, llegaba un momento que la factura se disparaba, porque no existía el concepto "tarifa plana" (las bondades del monopolio) y la solución era poner un candado al teléfono. ¿Un candado al teléfono? Sí hijo sí, un candado con llave y todo, como el de las taquillas del gimnasio  pero más pequeño. ¡¡Eso es imposible!!   Pues no, no lo era. Y claro, tenías que seguir hablando con tu amor, pues nada, a la calle a buscar una cabina. Había formas de burlar el candado, desde luego, pero no las desvelaremos aquí. 


Pero cuando las cabinas eran también totalmente imprescindibles era cuando te marchabas de vacaciones. Como las setas después de las lluvias de otoño, en verano en las localidades de la costa florecían los locutorios portátiles. Eran una suerte de casa prefabricada de quita y pon, auténtico palacio de las telecomunicaciones de los años 70 y 80 del siglo viejo, en las que en apenas 15 metros cuadrados había 5 cabinas teléfonicas con sus puertas y todo, un escritorio-centralita-cajera y sillas para la espera. Entrabas y una señorita te decía: pase al número 3, y tu entrabas en la puerta que tenía ese número y hablabas, mientras vigilabas los pasos del contador que, multiplicados por x pesetas, sería la factura que tendrías que pagar. No se cortaba inesperadamente y no pagabas de más. Todo un lujo. 

En uno de esos locutorios una novia que tuve me dijo que dada mi larga ausencia de dos meses en la playa había tenido un encuentro fortuito con otro chico. Mis primeros cuernos, chispas. El resto del verano ya la llamé menos. En los 80 no teníamos asumido el concepto del poliamor, que entonces era algo que se llamaba el amor libre. Llámame raro, Nunca entendí ese afán de confesión y de recibir un perdón. Más dinero para cervezas y menos para teléfono el resto del verano. 

Las cabinas también tenían otros usos, variados, y que nada tenían que ver con las telecomunicaciones. Eso ya cada cual que recuerde. Se nos van las cabinas definitivamente. Mucho han durado. 

miércoles, 10 de noviembre de 2021

Los buenos recuerdos


Recientemente escuche por la radio que se cumplían años del estreno de dos películas de esas que dices que "marcaron mi infancia", aunque realmente no te marcaron en nada, pero te hicieron pasar un rato maravilloso. "La Guerra de las Galaxías" ( y no "Star Wars Una Nueva Esperanza" que así se llamó décadas después.) cumple 43 años y "Evasión o Victoria" cumple 40 años. 

En una tenía yo 9 años y en la otra pues unos 13 o 14. Recuerdo perfectamente la fila enorme que había para entrar a los cines en ambas. Cuando eres tan pequeño y todo el mundo te saca dos cabezas (todavía hoy me pasa de alguna manera), el hecho de esperar una fila abarrotada tiene un plus de angustia y ansiedad porque no ves nada y solo te vas moviendo hacia delante cuando el de detrás te empuja en esa dirección. Ir al centro a las películas de estreno no tenía nada que ver con ir al cine del barrio (en mi caso el Victoria y el Marvi) en el que las sesiones dobles, continuas y sin numerar te permitían la entrada en cualquier momento y nunca había filas ni aglomeraciones. 

Con 9 años, en 1978, en España votamos una constitución. Con 14 años, en 1982, un partido de izquierdas llegaba al poder en España casi 50 años después. 

No sé si cualquier tiempo pasado fue mejor. No sé si engrandecemos lo que hemos vivido porque fue lo nuestro, y lo que pasa ahora, en tiempos en los que otras generaciones ya hacen y deshacen, lo subestimamos porque no lo sentimos tan nuestro. No sé. Pero sí tengo la sensación de ser un privilegiado por haber tenido la oportunidad de ser testigo silencioso de las cosas buenas que sucedieron en mi infancia y mi adolescencia. Cosas que ya no pasan. Algunas menos mal que ya no pasan, que no todo era vino y rosas, por supuesto. 

Intento ver y encontrar la misma grandeza alrededor pero no la veo. Las nuevas películas de Star Wars me aburren porque veo una y otra vez repetidas la misma historia de hace 43 años. No hay grandes películas de fútbol, aunque sí hay grandes películas, de otros deportes y de cualquier otra cosa. De acontecimientos políticos no hablaré, por supuesto. Pero no todo es gris hoy en día, ¿verdad?

Intento encontrar en mi vida ahora la misma emoción de ese muchacho de 10 años que acudía nervioso al cine, o al colegio, o al Burger King con sus amigos, de excursión a un museo, al cumpleaños de un primo o a pasar un día en la piscina. Intento mantener vivo ese niño para que se sorprenda cada día con cosas que merezcan la pena y evitar la tendencia torpe a pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor. Intento disfrutar de la vida creciente de mis hijos, del cariño de mis amigos, de la mano y la voz de mi madre, de las miradas y besos de mis hermanos y de la pasión de una mujer. Intento aprender y seguir aprendiendo. Intento hacer cada día mejor mi trabajo. 

El riesgo de convertirme en un abuelo cebolleta es enorme, nos acecha con cada vela que apagamos en cada cumpleaños. Los buenos recuerdos pueden ser de hace 40 años, o del pasado fin de semana aprendiendo historia y urbanismo por la Ciudad Universitaria, o perdido en la mirada de otra persona. Los malos recuerdos no son recuerdos, son posibles pesadillas. Mejor olvidarlos. 

Hoy encontraré  buenos recuerdos para mañana, solo tengo que fijarme un poco.  


jueves, 28 de octubre de 2021

Cuando cumples 17

 


Cuando cumples 17 años y te llamas Lucía, llevas 17 años creciendo, aprendiendo y haciendo feliz a mucha gente. 

Cuando cumples 17 años y te llamas Lucía has cambiado mucho desde que lloraste por primera vez en el regazo de tu madre, después de día y medio de debate sobre si "quiero salir o no", y cómo gestionar ese cordón umbilical que andaba en bandolera. Aquel día tu padre esperaba ansioso tu nacimiento, nervioso pero feliz, ajeno a los preocupantes datos que arrojaban los monitores, mientras que tu madre, mucho más sabia en asuntos sanitarios, se preocupaba más por ti que por ella, en esas horas tan largas. Naciste, al fin, preciosa. A tu madre le costó lo suyo, bien lo sabe Dios, pero las dos lo hicisteis maravillosamente. 

Desde ese día, 24 de octubre de 2004, San Antonio María Claret, el patrono de mi colegio de toda la vida, qué casualidad, llevas muchas cosas buenas aprendidas, algunas con una sonrisa y otras con alguna lágrima, lo que viene siendo la vida, hija mía. Pero como las entradas de este blog no pueden tener una extensión que aburra a las ovejas, voy a centrarme en tres, o quizá alguna más. 

1.- Hablar, comunicarte, expresarte, escuchar. "Yo hablo perfectamente" dijiste con apenas 2 años cuando alguien de la familia comentó algo en esa misma línea. ¡ Lo bien que habla esta niña!. Al principio hablabas para aprender, para preguntar, para conocer. "Quien deja de preguntar deja de aprender" te dijo alguien alguna que otra vez. Y daba gusto contarte cosas porque se veía esa mirada de interés, de "grabadora funcionando", de "antena puesta" para acumular opiniones, conocimientos. "Lucía es una agendita con piernas" decía una profesora tuya. Lo que le dices, queda apuntado en su memoria. Y cuando fuiste creciendo crecía tu conversación, tu vocabulario. Todo lo que lees y todo lo que aprendes lo usas cada día, porque pocas cosas hay que te gusten más que hablar, que comunicarte, que expresar tus sentimientos y tu parecer. No te calles nunca, por que lo que dices te sale del corazón, y eso nunca puede ser malo. Ahora a veces te vence la adolescencia, y cuando hablas es complicado entender algunas cosas, pero eso pasará, cuando ya no tengas 17. 

2.- Abrazar, besar, cuidar. No existe una forma de medir cómo es de cariñosa una persona. Y mucho menos lo adecuado a la hora de expresar el cariño. Lo que para unos resulta empalagoso y exagerado, para otros es insuficiente. Para unos es suficiente con una mirada, para otros, sin un abrazo no hay cariño. Tu eres de abrazar, de besar, de mirar, de achuchar. Cuando quieres a alguien se te nota en la mirada, en cómo hablas de esa persona, y cuando no la quieres, también. Eres de esas personas que les salen subtítulos en la cara cuando se quedan calladas. Primero fuiste cariñosa con tu familia. Con tus abuelos, los que desgraciadamente ya no están y la que todavía camina por el mundo. Con tus tías, por supuesto con tus padres pero sobre todo, y ante todo, con tu hermano. Jamás hubo pelusa o un detalle malo contra él, a pesar de que llegase y tuvieses que compartir protagonismo. Alguna vez quisiste llamar la atención de tus padres, pero hacia él siempre amor, nada más que amor. Cero pelusa, todo cariño. Ahora toda gira en torno a tus amigos y ellos no sólo se han unido a tu círculo de cariño, sino que son los protagonistas principales, pero sigue habiendo tiempo para todos, porque no nos excluyes, sino que les sumas. 

3.- Trabajo, responsabilidad, autoexigencia. Cuando cumples 17 años estás a punto de hacer la EVAU. Te quedan pocos meses para hacer un examen que decidirá mucho de tu futuro profesional, o quizá no, quien sabe qué te deparará la vida. Sólo puedo decir que por mi parte te tengo envidia en cuanto a tu disciplina y tu capacidad de estudio. Te veo día a día estudiando, realizando tus tareas, preparándote, sin que nadie te diga nada. Jamás hemos tenido que recordarte algo sobre tareas, obligaciones, responsabilidades. Tú misma sabías lo que debías hacer. Si yo hubiera sido así, quien sabe. Te veo tan decidida, con una vocación clara, con un objetivo. 

Por supuesto que tienes cosas que no me gustan. Pero no las voy a poner aquí. Cuando cumples 17, lo que toca es que te diga, otra vez, que tu padre está muy orgulloso de ver en la mujer que te has convertido. Porque ya no eres una niña, y ya no te veo como una adolescente. Para mi ya eres una mujer y así intento tratarte. No por tu edad, no por los 17 y la cercana mayoría de edad o el paso a la Universidad, sino por lo que demuestras cada día. Cuando cumples 17 y te llamas Lucía, ya eres adulta, mucho más que yo a tu edad, aunque tu DNI no lo diga. 






jueves, 21 de octubre de 2021

Gracias Canija



No me tengo por un chulo, un tipo que busca broncas o un amigo de las peleas. Al contrario, estoy muy convencido de mi nula valía a la hora de mantener cualquier enfrentamiento físico. De pequeñito no hacía Judo, ni Karate ni nada de eso. Y de mayor, mucho menos. Mi carácter siempre ha sido más bien de abrazar y sonreír que de golpear e imponer mi criterio por la fuerza. Puedo contar con los dedos de una mano las veces que he puesto la mano encima a alguien, y con los dedos de las dos manos las veces que me la han puesto a mi. 

Sin embargo, albergo otra cualidad que no compagina muy bien con lo anterior, y es mi capacidad de no callarme ante lo que me parece injusto, al avasallamiento, al chulerío y al macarrismo. Esos tipos que te encuentras de vez en cuando y que sabes que salen por la mañana de su casa diciendo "a ver con quien me pego hoy". Esos que por alguna causa dan más importancia a quedar por encima que a la razón.  

De vez en cuando te encuentras con alguno de esos. Tipos brutos, quizá dependientes de alguna sustancia ilegal y tremendamente nociva, o simplemente aquejados de alguna psicopatología que no tratan convenientemente y degenera en comportamientos de confrontamiento y violencia. 

Y lo peor que puedes hacer con alguno de estos tipos es no callarte. Es tal su mala educación y su barbarie que, al final, una voz que no has controlado sale de ti y les dice algo, eso que ellos están deseando que les digas para poder romperte la cara. 

Hace unos días me crucé con uno de esos. No viene al caso la situación, pero lo que en principio era ir a la tienda a comprar una pila para el mando del coche terminó conmigo en la calle, con la espalda pegada a la pared y un animal gritándome a menos de 15 cm de distancia, deseando que le diera una excusa para darme un puñetazo, o quizá mil. 

Yo no tengo edad para estas cosas. Me sentí estúpido por haber caído en su provocación, por no haberme callado, por no permanecer por encima de su brutalidad y por no ser más listo. "Alguien les tiene que decir algo", pensará el lector, pero ese "alguien" no soy yo. Pero lo fui. 

Y cuando estaba allí, rodeado por ese cafre, gritando y amenazando, me acordé de la Canija, y eso evitó males mayores. Canija es la perra de un amigo mio. Canija me ha dado muchas veces ejemplo de como comportarse en casos de enfrentamientos. A la Canija se acercan ladrando y agresivos perros más grandes, violentos, con sentido territorial. Parece que la van a destrozar a mordiscos, pero nunca pasa nada. Canija se queda quieta, agacha la cabeza, no ladra, no mueve la cola. Y es en ese momento cuando el perro grande, violento, entiende que "ha ganado" y que no es necesario seguir. Canija se da media vuelta, y sigue su camino. 

Y eso fue lo que pensé cuando tuve a ese animal encima mio. 

Opción 1: patada en las pelotas y salir corriendo. 

Opción 2: estrategia "canija". 

Lo tuve claro. Agaché la cabeza, aguanté el chaparrón, me quedé callado y al final el animal volvió del agujero del que había salido, sin comenzar una pela. ¿Fui cobarde? ¿Inteligente? ¿Cobarde e inteligente? Me da igual. 

Gracias Canija, por enseñarme el camino de la fuerza. Soy tu joven padawan y gracias a tu ejemplo sobreviví al ataque de ese Lord Sith. 




miércoles, 13 de octubre de 2021

Una ventaja de cumplir años




Como parece que lo de cumplir años se vuelve irremediable y que, además, es la mejor opción posible, es conveniente centrarse en los beneficios que reporta, en lugar de torturarse con los inconvenientes que supone. En eso estoy. 

Sin duda uno de esos beneficios es la capacidad, asombrosa, de estar sin pareja y, a la vez, tener amigas. Esto es muy sorprendente. Años atrás, el hecho de no tener pareja convertía dentro de mi subconsciente a cualquier mujer libre y adulta en una posible pareja, novia, conquista o ligue. No cabía otra. Era un instinto telúrico, ancestral, atávico o incluso carpetovetónico. Una fuerza interna te lanzaba a la conquista, daba igual el resultado final, que siempre depende de ellas, pero esa juventud te arrastraba a intentarlo. Cualquier cosa menos que un amigo te llamase "pagafantas". Yo lo he sido y una vez, con 17 años, un amigo mio me dijo; "lo que te pasa es que eres de esos que se hacen amigos de las tías", y me lo dijo con una cierta mirada de pena y ternura, de caso perdido. Desde aquel momento tomé consciencia de la gravedad de mi comportamiento y no se volvió a repetir. Hasta ahora. 

El paso de los años ha desarrollado una especial habilidad para descubrir que las mujeres pueden ser buenas amigas, y compañeras estupendas para conversar, pasear, ir al cine, confesar y sonreír. Yo no sé si ellas piensan o sienten lo mismo, supongo que sí, pero siempre generalizar es el mejor camino para el error. Ya no siento esa necesidad de contacto y conquista cuando estoy con ellas. No se confunda el lector, el instinto existe, perdura, está, vive. Pero se controla y se selecciona el interés. Y se controla supongo que gracias a la experiencia y la madurez que con los años aprendes a disfrutar de todo. Esa palabra, madurez, que cuando tienes 18 años parece el objetivo principal de todo tu desarrollo emocional y que, cuando tienes más de 50, es un simple sinónimo de tiempo consumido. 

En estos últimos meses he tenido la inmensa suerte de hacer una especie de pandilla, cuadrilla, grupo en el que los chicos somos minoría y ellas son amplia, generosa, variada y exultante mayoría. Y en ese grupo ante todo se respira amistad. No quisiera caer en la cursilería y en llenar esta entrada al blog de frases ñoñas. 

Sólo diré que en este momento son lo que necesito. Durante el puente del Pilar quedé con tres de ellas a charlar, una para ver una exposición de muñecas, con otra a observar las Dracónidas en mitad de la noche en medio del monte, y con otra a compartir conocimientos profesionales, pues ambos compartimos, en cierta forma, profesión. Tres ratos estupendos. 

"Una vez perdidas las pasiones se han visto sorprendentes conversiones" decían. Puede incluso que suceda antes de que se pierdan. Fíjate. 


jueves, 7 de octubre de 2021

Ella no se rinde

 


Son 92 años. Muchas experiencias acumuladas y muchos ratos, buenos y malos, vividos. La edad no la ha hecho más lista. Ella ha sido muy lista desde siempre, quizá demasiado. 

Discreta cuando tenía que serlo. Cariñosa. Intentaba que no se le notase mucho la ventaja que nos llevaba a todos en las cosas de la vida. Cuando yo comenzaba a caminar, ella ya estaba de vuelta y conocía cada recodo del camino que apenas había empezado a pisar. A mí, por lo menos, no me decía lo que había que hacer, más bien aportaba su opinión, lo que ella haría si estuviera en mi lugar. 

Tampoco es perfecta, por supuesto. Esa inteligencia la ha hecho muy independiente, tanto que parece que no necesita a nada ni a nadie y, sin embargo, no es así. Saber que eres más lista que la mayoría te puede convertir en orgullosa y sin quererlo, un poco sobrada y tener la mirada ligeramente por encima del hombro y, sobre todo, pecar de desconfianza. Por que la raza humana en general es buena, pero no siempre es de fiar.   

Este verano he pasado mucho tiempo con ella. Mucho. Un regalo. Tardes para jugar a las cartas o al dominó. Tardes para charlar. Nos hemos vuelto a contar esas cosas que nos hemos contado mil veces, pero que tanto echaré en falta el día que ya no me las pueda volver a contar. Hemos reído y nos hemos mirado. Y me ha repetido más de mil veces "cuanto te pareces a tu padre". 

Y de ese tiempo disfrutado con ella me quedo con su lucha. Su lucha por levantarse y caminar, torpemente, desde la cama al baño y desde el baño al sofá. Ella sola, con sus piernas, porque el día que no lo haga se convertirá en "un trasto" y ella no quiere eso. Su lucha por leer el periódico todos los días y entender y comentar. Y ese afán por intentar ir al oculista a ver si le arreglan el ojo que tiene mal. Ya me dirás, mamá, con 92 años y sigues leyendo el periódico todos los días, que más quieres. Pero para ella no es suficiente. 

Ella no se rinde. Quiere estar bien, cumplir unos mínimos vitales que le permitan mantener los sentidos y así llenar su tiempo. Mantener la cabeza funcionando es primordial, que lo que no se usa se acaba atrofiando. Su afán por la salud es proverbial desde que la conozco y siempre ha estado mala, pero siempre ha estado bien. Siempre llena de achaques que transmitía a los médicos como si fuera el fin del mundo y ellos solucionaban con una medicina, que muchas veces ella no tomaba, después de leer el prospecto y decidir que eso posiblemente le haría más mal que bien.  

Su cuerpo, poco a poco, va cediendo terreno y rindiendo parcelas que ya no se recuperarán. Y ella se enfada consigo misma y se queja, cuando los que la acompañamos sólo podemos ver la suerte que tiene de seguir aquí, con nosotros, en un razonable estado de salud. No tiene nada grave, solo 92 años. 

Su cuerpo se va rindiendo pero su alma, sin embargo, no se rinde. 



 

martes, 5 de octubre de 2021

Sí, ha sido mucho tiempo fuera.


Hace más de 7 años que comencé a colaborar con una nueva empresa, joven y tecnológica, que ocupó gran parte de mi tiempo y me llenó de ilusiones para reconducir lo que en ese momento era un dramático contexto laboral y profesional. Esa ilusión y ese "menos tiempo disponible" me hicieron ir abandonando el ratito de felicidad que suponía escribir de vez en cuando sobre lo que me pasaba, en estas páginas. 

Fue pasando el tiempo y ese tiempo me ha hecho recuperar el contacto con dos personas a las que apenas veía pero que por una estupenda casualidad, o no, he incluido en mi día a día. Esas dos personas no se conocían entre sí, pero yo las conocía desde hace mucho años. Perdone el lector que no ponga la fecha exacta del inicio de esas amistades, pero son muchos años, muchos. Podría alegrarme de la experiencia y sabiduría obtenida con la edad, que lo hago, pero también provoca vértigo hablar de décadas como el que habla de semanas. 

Pues estas dos personas, ella y él, que no se conocían, cada vez que se juntan me recuerdan que debo recuperar la bonita afición de escribir este blog. No entienden porqué lo dejé y alimentan mi ego sobradamente con sinceras afirmaciones, supongo, sobre lo mucho que les gustaba leerlo. 

Hoy vuelvo a comenzar a escribir aquí. Lo hago porque es bueno para mí. Lo hago por ellos. Lo hago porque alcanzada esta edad, creo que escribir es de las pocas cosas que hago mejor que la media y al final, hay que intentar hacer lo que haces bien y, además, te gusta. 

La foto es de un paseo reciente con esas dos personas. Gracias.