miércoles, 1 de diciembre de 2021

Él y ella

 


Él siempre había sido muy buen chico. Un hombre bueno, incapaz de hacer daño a nadie, aunque también incapaz de hacer muchas cosas de las normales que tiene la vida. Sus días caminaban entre una tranquilidad que rayaba a veces el aburrimiento y esa tendencia suya a hacer bien las cosas, lo correcto. Sin duda, una buena persona que, en resumen, no sacaba todo el provecho a esta vida, que es la única que tenemos. 

Estudió su carrera, encontró un trabajo que mantiene desde hace décadas, se compró su casa, y su coche, hizo viajes, ahorra, conoció gente. Todo en principio muy estupendo sobre el papel, pero le faltaba algo, esa chispa que diera sentido a su tiempo libre, a sus ganas de amar y divertirse. La nota de su vida era para un 5, y eso, siendo él tan bueno, no es lo que se merece. La vida tiene que tener momentos de 10 y momentos de un 2, pero tener siempre un 5, además de monótono, es triste. 

Los que le conocemos y queremos sabemos que no puede ser una persona más buena, pero entendíamos que algo faltaba, que no estaba completo. Demasiado tímido a veces, muy reservado a la hora de confiar sus sentimientos, y reacio a escuchar consejos, ni siquiera de las personas que más le quieren. Nos daba penita y a veces, incluso algo de inquietud, porque no es bueno estar mucho tiempo sin ser feliz. 

Y un buen día todo cambió, cuando la conoció. Ella vino a cambiar totalmente su vida. Desde que se encontraron él comenzó a sonreír, a tener nuevas ilusiones. Cada día con ella se convirtió en una gran oportunidad para experimentar y aprender, para cruzar barreras que nunca había cruzado y atreverse con situaciones que antes jamás habría pensado protagonizar. Con ella llegó el punto de locura y atrevimiento que le había faltado siempre, antes encorsetado en su coraza de bondad, rectitud y sobriedad. Llegó el amor, la desilusión, la risa y el llanto. Con ella llegaron los momentos de 10 y también los momentos de un 2, por fin. 

Cuando la conoció comenzó a abrir su corazón y a compartir sentimientos que jamás nos había dejado conocer. Nos contó sus miedos, sus esperanzas y sus planes para el futuro. No era fácil asimilar todo lo que nos mostraba, y en ese torbellino a veces podíamos pensar que se había dejado caer por una cuesta, sin frenos, y que quizá todo era demasiado rápido. Pero qué coño, !Al final, por fin, vivía¡

Nos hace tan felices verle vivir, disfrutar, cambiar. Y así sigue, viviendo esa juventud que no vivió en su momento, desde que la conoció, a ella, una mañana, cuando se miró en el espejo. 



2 comentarios:

  1. Precioso . Empecé a leerlo y enseguida supe quien era. Una persona maravillosa que está cada día en mi vida .

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