viernes, 8 de julio de 2022

La navajita


Cuando voy a dar paseos por el campo siempre intento acordarme de llevar mi navajita. Es muy recomendable pues te saca de mil apuros inesperados. Cortas el chorizo, un hilo o una cuerda o abres una lata que se le ha roto el abrefácil.  Sirve de tijera, sierra, abrelatas, abrebotellas y destornillador.. 

La navaja que tengo es la que me dieron en la mili y, de hecho, el título de este post iba a ser "la mili" pero seguro que si pongo este título la mitad de los 30 incondicionales que leen este blog resoplarían de aburrimiento y cerrarían la página. 

La navajita, efectivamente me recuerda a la mili. Y la mili es un ejemplo perfecto para este blog que habla sobre "ratitos de felicidad". La mili era una mierda muy grande, y sin embargo, nadie la recuerda así. No es que mientan o que estuvieran drogados todo el tiempo o que firmaran un pacto de no poder hablar mal de ella bajo pena de reclusión militar indefinida. No. No. Es que la gente cree que fue algo estupendo. Pero era una mierda muy grande. Alguno dirá que no. Que vuelva a leer este párrafo, por favor, y el siguiente. 

¿Y porqué todos, o casi todos, lo recordamos con cariño? Porque tenemos la maravillosa capacidad de guardar sólo los buenos momentos, lo que nos hizo felices. Con el paso del tiempo borras lo que no te alegró, y te acuerdas de las risas con los compañeros, las cañas al salir los viernes, o el deporte que practicabas en los ratos libres. 

Nuestra mente descarta lo gris y lo monótono y se queda con la luz, las risas. Cuestión de supervivencia, supongo. Esto mismo lo podemos aplicar a las experiencias laborales que hemos tenido o las novias con las que nos hemos ido encontrado, el colegio, la Universidad, los matrimonios presentes, pasados y futuros, o cualquier etapa vivida con amigos y familia. Cualquier tiempo pasado fue mejor, dicen. 

Pero me parece que poco a poco vamos perdiendo esa capacidad selectiva hacia lo positivo, que es más acusada cuando eres joven. La edad, si no tienes cuidado, te puede ir volviendo huraño, triste, vengativo y rencoroso. Lo que antes se olvidaba, ahora se recuerda y ensombrece el corazón. "No gano suficiente", "no me reconocen", "no me dan cariño", "no me divierto", "no consigo nada en la vida", "me equivoqué en esta decisión", "tendría que haber estudiado más". 

Me da la sensación de que a una edad empezamos a mirar demasiado al pasado, en vez de mirar al futuro, al apasionante "lo que nos queda". Y al mirar al pasado, hay que hacer un esfuerzo por recordar sólo lo bueno, lo que nos alegra el alma. Lo malo ya pasó. Seguro que hemos aprendido la lección y mírate, tampoco estás tan mal. Otros igual están peor. Sin duda. 

Abre la navaja, sonríe, sal al campo. Olvida lo que no sale como tú quieres y sigue tu camino. Estamos vivos y tenemos mucha gente que nos quiere. ¿Qué más queremos? ¿Una cervecita fresquita? Venga¡¡ 





domingo, 3 de julio de 2022

Un simple sí o no


En algunas ocasiones uno se ofrece a ayudar a otra persona, ya sea en el trabajo, con la familia, en una reunión con amigos o en cualquier otra circunstancia. Ves que esa persona necesita una mano, y ves que en ese momento echar esa mano es muy sencillo para ti, o no es tan sencillo pero esa persona se lo merece, porque te lo ha demostrado muchas veces antes y es el momento de corresponder. O porque la quieres, en las diferentes escalas y formas del amor entre personas. que es la forma habitual de hacer las cosas de manera desinteresada. 

Y uno normalmente no se pone a ayudar sin más, sino que habitualmente pregunta, para una mínima coordinación y comunicación previa, algo así como "Oye. ¿quieres que haga esto que te veo a tope?" o "Mira, me pilla de camino el super y si necesitas algo lo compro y luego te lo acerco" o "¿Te apetece tomar una caña esta tarde? Te invito encantado"

Ante esta situación, conviene distinguir el tipo de respuestas que uno obtiene. Voy a generalizar, y encima hablando de sexos, por lo que en estos momentos entro en un territorio del cual no sé como voy a salir, si escabechado o aplaudido. Posiblemente las dos cosas. 

A las preguntas anteriores o cualquier otra parecida, un hombre, en general, te responde con tres opciones:

A.- Si, tío¡¡¡ Te lo agradezco mucho y me viene fenomenal¡¡¡

B.- No, tío, Muchas gracias por el detalle pero no puede ser.

C.- Pues creo que sí, me vendría estupendo, pero déjame que me organice y te respondo en 5 minutos. 


Mucho más enriquecido y variado, por contra, es el repertorio de posibles respuestas, por lo general, de una mujer:

A.- Si, tio¡¡¡ Te lo agradezco mucho y me viene fenomenal¡¡¡

B.- No, tio, Muchas gracias por el detalle pero ya lo hago yo.

C.- Pues creo que sí, me vendría estupendo, pero déjame que me organice y te respondo en 5 minutos. 

D.- Como tú veas

E.- Lo que te venga mejor, 

F.- No quiero molestarte, que majete que eres, eres un sol.  

G.- No deberías molestarte, debes estar muy ocupado. 

H.- Uy, pero es que te viene fatal pasar por el super y ahora con este calor... (o lluvia, o frio...)

I.- ¿Dónde quieres ir tú? ¿Una caña? ¿seguro? ¿No prefieres ir a otro sitio? ¿Cual? Ni idea, el que quieras.. Bueno, no te pongas así, yo lo decía por ir a un sitio que te gustase ¿Que ya me has dicho que lo que te gusta es ir a tomar una caña? Bueno, pues si te enfadas mejor no vamos a ningún sitio...

J.- Es que me sabe fatal hacerte ir hasta allí

K.- ¿Seguro que te viene bien?

L.- Tendría que ir yo, que soy muy maniática para elegir los tomates, pero la verdad es que me vendría fenomenal que lo hicieras tú..

M.- ¿No te importa ir? Mira que voy yo en un momento..

Durante mi vida he pasado por tres fases con esto de las indirectas de las mujeres. De adolescente y joven-joven, directamente no las entendía. Si recibía un claro "sí", era si para cualquier cosa. Si recibía un claro "no" era un no evidente. Si recibía cualquier otra respuesta, mi cerebro no conocía la posibilidad de que la frase fuese una indirecta y lo que yo entendía era un "bueno, pues cuando lo tengas claro me dices". 

La segunda fase llegó cuando me dí cuenta que se me recriminaba que no había dicho o hecho algo, cuando la persona aseguraba claramente haberme pedido o dicho que lo hiciera, aunque yo no había oído ese sí. Y para colmo, la frase solía terminar con algo así como "es que los tíos sois tan simples" o "tienen el mecanismo de un botijo en el cerebro" o "pues estaba muy claro, te dije -cualquiera de las respuestas entre la D y la M-". 

En esa etapa asumía, dócil y manso, mi condición intelectual menor, porque no sabía usar las indirectas y me esforzaba por estar atento a cada frase, intentando descubrir si cuando me decían por ejemplo "¿Tú eres más de vacaciones en la playa o en la montaña?" se trataba de una pregunta trampa y si la próxima vez que la invitase a cenar debía elegir una marisquería o un mesón, a riesgo de que me respondieran "Te dije claramente que a mí el pescado no me gusta nada y me traes a una marisquería"

La tercera fase, en la que me encuentro ahora, no sé si habrá una cuarta, es la de responder a cualquiera de las respuestas entre la D y la M, con un tono un poquito seco con un "¿Que si lo hago o no lo hago?". Si la primera respuesta que obtengo no es un Sí o un No, desisto. Fin. Lo normal es que no te digan Sí o No, sino que si por ejemplo, has respondido la primera vez con la respuesta K, en esta segunda ocasión completen su respuesta con la J o la G. Todo, cualquier cosa, menos un Sí o un No. 

Me voy haciendo mayor y me agotan estas cosas.