jueves, 30 de diciembre de 2021

12 uvas


Esta noche se consumirán millones de uvas. Como decía magistralmente Mecano "Entre gritos y pitos los españolitos, enormes, bajitos, hacemos por una vez algo a la vez"

Es uno de esos momentos mágicos de la Navidad, como el brindis en Nochebuena o el despertar de los niños el día de Reyes. He hecho el propósito de pensar en 12 personas que hayan sido protagonistas de este mi año 2021 y agradecer su cariño, desde lejos o desde cerca, y acordarme de cada una conforme suene el reloj de la Puerta del Sol. Pero ha sido imposible. 

Y ha sido imposible porque me salen muchas más de 12, me salen mogollón. Si estás leyendo este post, muy posiblemente seas una de esas personas, dado que apenas lo leen Family and Friends, pero los very very Friends, así que aprovecho para decirte que serás la uva 8 o quizá la 3, pero me acordaré de ti esta noche, después de los cuartos y antes del cava.

Te pones a pensar en lo que ha sido este curioso 2021 y vienen a la cabeza todos esos memes que hablaban de que ya sólo faltaba la invasión extraterrestre y la apocalipsis zombie.  Pero si en vez de mirar a la pantalla de la tele o del teléfono, me olvido de las grandes noticias y me fijo en mis grandes-pequeños momentos, aparecen decenas de personas a las que recordar con cariño y gratitud. 

Personas que son mi hijo y mi hija, y su madre, en ese peculiar equilibrio que mantenemos. 

Personas que son hermanas y hermano, y madre. Sobrinos de esos que sientes como un poco hijos tuyos. Cuñados. Tíos. Primos. Nos hemos visto poco, pero no por cosa nuestra, no nos quedó otro remedio.    

Personas con las que he reído o me han hecho reir. Esas personas que siempre veo con una guitarra y una bandurria por medio. O las que están alrededor en la piscina de la urbanización en verano.

Personas con las que he caminado por el campo, casi todos los días del año. Siempre con buena conversación, con cariño, con risas. Que me han enseñado lo bonito que es ver un pájaro, y lo sorprendente que me resulta que se sepa sus nombres. Personas que te muestran rutas para caminar, moverte entre árboles y montañas, y no perderte. Ver una víbora o aprender a querer a un perro. Y los hermanos de esas personas, siempre allí desde el siglo pasado. Personas con una pelota de golf en el llavero o una pulsera con su nombre en la muñeca. 

Personas que son mis compañeros de trabajo (los que están por encima y los que están alrededor) y especialmente a mis compañeros de trabajo que ya son amigas, y que ellas saben quienes son. Hacer de posadero del marido de una, admirar la inteligencia emocional de otra y la vitalidad y blanca simpatía de la otra. 

Personas que he conocido este año y que permiten experimentar algo fascinante, al menos para mí, que es conocer la vida, la experiencia y los sentimientos de otras personas. Sin duda, algo que me resulta emocionante, como cuando vas conociendo el personaje de una novela. 

Recuperar personas que estaban olvidadas, ocultas, porque en el pasado las cosas no habían sido fáciles, pero ver que siguen teniendo la puerta abierta para ti, y eso te hace pensar que algo les darás cuando te vuelven a aceptar, y te hace sentir valioso, un poquito, y feliz. Muy feliz. 

Personas que son los profesores de mis hijos, a los que conozco y veo en ellos cariño de verdad, no interés profesional, por lograr que sean felices y que se hagan mayores, adultos, responsables. 

Serán 12 uvas para un año que se cierra en equilibrio y, básicamente, en paz. Espero que el tuyo se cierre igual. De corazón. 

 

  

 


jueves, 23 de diciembre de 2021

Navidad, siempre Feliz Navidad

 




















"No perdamos la ilusión de la Navidad por los que ya no están, ello fueron los que nos enseñaron a vivirla" 

Algo así decía un meme que recibí hace pocos días en un grupo de amigos. Me gustó tanto que dije, esto se merece un post y me gustaría estar a la altura y saber compartir mis sentimientos, con acierto y gratitud. 

A mi me ha encantado la Navidad desde que nací. Tanto me gusta que decidí nacer en Navidad, por si acaso quedaba alguna duda. En Navidad recibía todos los regalos que recibía al año, en apenas 48 horas, por lo que el resto del año desmerecía bastante. Sólo se le acercaba un poco los dos meses de verano en la playa, pero poco. Y el día de la Comunión, claro, eso fue la leche, pero fue sólo una vez. 

En Navidad observaba de niño con sorpresa cómo se adornaba mi casa con colores, espumillones y lucecitas que se apagaban y se encendían. Se ponía el Belén y de repente en el pasillo había un diorama con figuras a escala. No era una escena bélica con mis maquetas Tamiya, pero se acercaba bastante. En Navidad se ponía el Scalextric, que era "muy grande y no se puede tener ese trasto por medio" pero esos días, sí, te dejaban. Había años que incluso poníamos un Árbol de Navidad, no fueron muchos, pero los hubo. 

En Navidad venía mi hermana y mi cuñado, que vivían y viven muy lejos y pasaba con nosotros unos días estupendos y me hacía mucha ilusión verlos. Y con mi hermana llegaban los polvorones. No conozco a nadie cuando hay un polvorón cerca. Literalmente, a nadie. No entiendo que haya tanta gente que no les gusten, serán que los que han comido no son como los de mi hermana. 

En Navidad hay días de descanso, de no madrugar. Días dedicados, por ejemplo, a la ilusión de comprar un regalo, imaginando la cara de satisfacción que va a poner la persona al abrirlo. El proceso de comprar un regalo tiene un trasfondo maravilloso, y es dedicar un tiempo a pensar en esa persona y bucear en lo que conoces de ella para saber lo que le puede hacer ilusión. A mí eso me encanta. 

En Navidad en casa , de niño, había una caja de ostras. Eso no pasaba el resto del año, ni una caja ni una docena, vamos. A mi particularmente me dan un poco de asquito, pero adoro el recuerdo de ver a mi padre buscando en la despensa el artilugio adecuado para abrirlas, ajustarlo a la encimera de la cocina bien fuerte y conseguir separar las conchas, una a una. Era un momento especial, por dos razones, porque era Navidad y por ver a mi padre en la cocina haciendo algo productivo. Sólo sucedía en tres ocasiones. En Navidad con las ostras y con el Centollo, y durante el resto del año con la ensaladilla rusa. Nadie como él abriendo latas y repartiendo su contenido sobre la bandeja para luego recubrirlas con la mahonesa. 

Y sin querer hemos llegado al motivo de este posts. Dentro de unos días hará 24 años que se marchó.  No se marchó en Navidad, pero casi casi. 

Pero no voy a dejar de disfrutar la Navidad, de poner el Belén o el Árbol de Navidad, de hacer regalos y de comer polvorones con toda la felicidad que aprendí de niño porque papá ya no esté. Al contrario, mi intención es trasmitir esa ilusión a los que quiero. Así lo habría querido. Siempre le vi disfrutar en Navidad, con toda su familia alrededor. 

Me dan mucha pena las personas que dicen que "ya no les gusta la Navidad" porque se acuerdan de los que ya no están. Como también me la dan lo que dicen que no les gusta la Navidad porque es una fiesta hipócrita en la que parece que todo el mundo tiene que quererse por obligación y que el resto del año ni se hablan. Muchas veces son las mismas personas. Parece que sólo buscan excusas para no ser felices, para no hacer regalos a las personas que quieren, para no abrir ostras, no preparar el centollo, no poner el Scalextric o para no comer polvorones. 

Yo, la verdad, no les entiendo. Es más bonito dejarse llevar y sonreír. Son 4 días. 






lunes, 20 de diciembre de 2021

La mujer oculta


 "Tu tienes una mujer oculta" me dijo la echadora de cartas mientras descifraba los mensajes que emitían los arcanos del tarot desplegados sobre la mesa. No piense el lector que voy regularmente a estos sitios ni que creo en ello. Fue una amiga, experta en leer el futuro, que nos hizo pasar a varios amigos un rato muy divertido. 

Dando por hecho que la adivinadora tarotil no tiene porqué tener razón, pero reconociendo que esa frase me picó la curiosidad mucho más que otras de las cosas que me dijo, me decidí a profundizar en mi yo interior a ver que encontraba. 

No sé si ella pensó que yo tenía un intenso lado femenino deseando desbordar y ocultar mi aparente masculinidad o se refería a que en mi vida hay una mujer importante que, de alguna forma, permanece escondida, en una discreta segunda línea. 

Descarté la primera opción de inmediato. Además de no sentirme nada identificado con la propuesta, creo que resultaría tremendamente aburrido otro caso similar en la familia. Me fascina la mujer, en general, aprender de su forma de vivir los sentimientos y de utilizar su inteligencia, y creo que, como hombre, hay mucho más que aprender de las buenas mujeres que de cualquier otra cosa en el universo humano conocido. 

Por lo tanto, me centré en la segunda opción. Repasé las mujeres de mi vida y encontré una opción estupenda. Una mujer que conocí hace tiempo y con la que por circunstancias de ambos hemos mantenido una amistad de dos, para quedar, hablar y compartir. 

Ella es muy buena. con cara de niña y chiquita. Es todo sentimiento y cariño con los que quiere. Le encanta cuidar a los demás, algo que hace tanto en su vida personal como profesional, pero no ha encontrado mucha gente que la cuide a ella. Supongo que es tentador tener a alguien al lado que te cuida constantemente, acostumbrarse y pensar que va a durar toda la vida, sin dar mucho a cambio. Pero no es así. 

Es sentimental y cariñosa. Todo ello hace que parezca frágil. Le pasan cosas buenas y cosas malas, como a todos, pero ese aspecto tan "delicado" hace presuponer que las cosas malas le afectan más, pero no es así. Permanece de pie, llora, se queja, pero no se derrumba. Sigue caminando con seguridad, aunque no lo diga, admirable y atractiva.  

Hemos charlado mucho y compartido momentos desde hace un tiempo. Pasamos por épocas en las que nos vemos más y otras en las que no nos vemos nada. La vida. Ahora estoy en esa fase de verla, gracias a las cartas que me dijeron que tenía una mujer oculta, y que a lo mejor debía tenerla más en cuenta. Ya no es tan oculta, supongo.  



jueves, 16 de diciembre de 2021

Felicidad no es alegría


 

Si estás atento, ves ratitos de felicidad alrededor. Hay que estar un poco avispado, así como con los ojos muy abiertos, pero hay muchos ratitos, y encontrarlos es maravilloso. (Nota para el autor: Es más complicado si sólo miras a la pantalla del móvil.) 

Ayer tuve el privilegio de presenciar un "ratito de felicidad" de una persona muy alegre, divertida, disfrutona, buena, generosa y sincera, pero a la que, al menos hasta ese momento no había visto feliz. Ella es intensa, no pasa desapercibida. Muy habladora, como si tuviera dentro una máquina de fabricar palabras, siempre hace compañía. De esas mujeres que merecen la pena por su entrega a los demás, y aunque muchas veces eso sólo la genere desilusión y desencanto, ella sigue haciendo lo mejor para lo demás. Ella dice que es un problema mental, que no es normal ser así, porque no disfruta, que es como una especie de obligación que la inculcaron de pequeña y al final se ha vuelto en su contra porque se olvida de ella, y eso le hace infeliz. 

Esa educación de otros tiempos en los que las mujeres aprendían a servir, y se confundía esa servidumbre con amor.  

Tal y como ella lo cuenta da un poco de pena. A mi me gusta pensar que lo hace porque no puede ser más buena y que si no fuera un pedazo de pan, habría mandado a hacer gárgaras toda esa educación errónea recibida hace mucho tiempo, y sería algo más egoísta, en el buen sentido de la palabra.

Pues ayer la vi feliz, y me alegró el corazón. La he visto reír muchas veces en otras ocasiones, con una risa algo exagerada, pasada de volumen, explosiva, intensa, pero no había visto la felicidad en sus ojos. Pero ayer, tomando una coca-cola desbordó una felicidad que se le caía de los ojos, una felicidad tranquila, sosegada, sin ruido, una felicidad que le llenaba la cara. 

Hablaba de los recuerdos con su padre, de niña, mientras recogían musgo en el campo y ella, con unas botas katiuskas, se metía en un charco y su padre la miraba de reojo, con amor de padre. Los que ya no tenemos padre tenemos esos momentos, que vienen a nuestra mente de vez en cuando y que nos hacen dar gracias por haber disfrutado de alguien tan generoso, cariñoso y cercano. 

Hablaba de besos de su padre en la mañana para darle los buenos días. De muchos besos suaves y casi silenciosos que mitigaban su terrible despertar y pensaba ella, aunque no me lo dijo, que nadie la ha vuelto a despertar así. Y si se los han dado, no me lo contó. 

Fue una tarde de invierno, fría, pero mereció la pena recordar que ver a una persona reír no significa que sea feliz. La felicidad se cae por lo ojos, como las lágrimas cuando no eres feliz.  





 

viernes, 10 de diciembre de 2021

El primer amigo

 


"Quiero ser tu amigo y es que no te dejas". La frase llegó así de repente, cuando caminábamos cuatro compañeros de clase de camino a su casa a merendar tostadas francesas, como tantas tardes después del colegio, creo que en primero de BUP, pero en eso me falla la memoria. Estábamos llegando a su casa, un espectacular ático de dos plantas y 12.000 habitaciones (aproximadamente) en la calle Francisco Silvela, a la altura de Diego de León. Eramos unos privilegiados y no lo sabíamos, pero eso quizá merece otro post. 

"Quiero ser tu amigo y es que no te dejas". Después de esa frase llegaron otras que explicaban este argumento, y en las que mi pretendiente a amigo mostraba su cierto hartazgo ante la falta de respuestas por mi parte. Yo, la verdad, es que no había tenido amigos antes, en el concepto profundo del término. Siempre había sido un chico bien adaptado en el colegio, simpático, muchas veces era el delegado de clase, jugaba relativamente bien al fútbol y luego llegó la guitarra y todo marchaba bien. Pero es cierto que no tenía amigos. No comprendía lo que eso suponía. 

A mis 14 años no distinguía la diferencia entre pasarlo bien con alguien y tener cariño a alguien que no fuera de mi familia. Mi corazón asumía que lo que permanece es la familia y que los demás van y vienen y, que sólo se tiene cariño a los que permanecen, porque los otros no son tuyos realmente. No es que hubiera hecho esa reflexión a conciencia, sino que más o menos era lo que me pasaba. He pensado mucho sobre esto toda mi vida, no se crea el lector. 

"Quiero ser tu amigo y es que no te dejas". Y de repente alguien que no era de mi familia me decía que me quería, que me quería como amigo, y que yo no respondía como él esperaba. Desde ese día el ha sido mi amigo, hasta hoy, y sigue siendo el primer amigo. Le he visto hace un par de semanas, después de cierto tiempo sin vernos. El whtasapp lo hace todo más impersonal. Y cada vez que le veo me acuerdo de esa frase en esa calle llegado a su casa, que me abrió el corazón a otro tipo de afecto, de cariño, de amistad. 

Yo pensaba que todo marchaba bien, era un tipo simpático, muy alegre y un poco loco. Me reía y me gustaba pasar el tiempo con él, como con toda la panda de aquellos años. Yo no pensaba que hiciera falta más, que fuera bueno implicarse, preocuparse, ayudarse. Hasta entonces.

Gracia a él tengo ahora amigos. Amigos que me han ayudado en momentos tristes y han disfrutado conmigo en momentos estupendos. Amigos que me han ayudado a conseguir trabajos, que me han dado buenos consejos que la mayoría de las veces no he seguido (o quizá sólo me acuerdo de los que no he seguido, por sus nefastas consecuencias), que me han dicho verdades como puños de esas que desde fuera son tal fácil ver, pero tan difícil cuando estás dentro. Amigos con los que disfruto siendo generoso  en tiempo y cariño cuando tengo tiempo y me acuerdo. También he tenido decepciones y tristezas por las pérdidas, pero eso es la vida, momentos de 10 y momentos de 2. 

"Quiero ser tu amigo y es que no te dejas". Gracias por esa frase, 38 años después. 


miércoles, 1 de diciembre de 2021

Él y ella

 


Él siempre había sido muy buen chico. Un hombre bueno, incapaz de hacer daño a nadie, aunque también incapaz de hacer muchas cosas de las normales que tiene la vida. Sus días caminaban entre una tranquilidad que rayaba a veces el aburrimiento y esa tendencia suya a hacer bien las cosas, lo correcto. Sin duda, una buena persona que, en resumen, no sacaba todo el provecho a esta vida, que es la única que tenemos. 

Estudió su carrera, encontró un trabajo que mantiene desde hace décadas, se compró su casa, y su coche, hizo viajes, ahorra, conoció gente. Todo en principio muy estupendo sobre el papel, pero le faltaba algo, esa chispa que diera sentido a su tiempo libre, a sus ganas de amar y divertirse. La nota de su vida era para un 5, y eso, siendo él tan bueno, no es lo que se merece. La vida tiene que tener momentos de 10 y momentos de un 2, pero tener siempre un 5, además de monótono, es triste. 

Los que le conocemos y queremos sabemos que no puede ser una persona más buena, pero entendíamos que algo faltaba, que no estaba completo. Demasiado tímido a veces, muy reservado a la hora de confiar sus sentimientos, y reacio a escuchar consejos, ni siquiera de las personas que más le quieren. Nos daba penita y a veces, incluso algo de inquietud, porque no es bueno estar mucho tiempo sin ser feliz. 

Y un buen día todo cambió, cuando la conoció. Ella vino a cambiar totalmente su vida. Desde que se encontraron él comenzó a sonreír, a tener nuevas ilusiones. Cada día con ella se convirtió en una gran oportunidad para experimentar y aprender, para cruzar barreras que nunca había cruzado y atreverse con situaciones que antes jamás habría pensado protagonizar. Con ella llegó el punto de locura y atrevimiento que le había faltado siempre, antes encorsetado en su coraza de bondad, rectitud y sobriedad. Llegó el amor, la desilusión, la risa y el llanto. Con ella llegaron los momentos de 10 y también los momentos de un 2, por fin. 

Cuando la conoció comenzó a abrir su corazón y a compartir sentimientos que jamás nos había dejado conocer. Nos contó sus miedos, sus esperanzas y sus planes para el futuro. No era fácil asimilar todo lo que nos mostraba, y en ese torbellino a veces podíamos pensar que se había dejado caer por una cuesta, sin frenos, y que quizá todo era demasiado rápido. Pero qué coño, !Al final, por fin, vivía¡

Nos hace tan felices verle vivir, disfrutar, cambiar. Y así sigue, viviendo esa juventud que no vivió en su momento, desde que la conoció, a ella, una mañana, cuando se miró en el espejo.