jueves, 28 de octubre de 2021

Cuando cumples 17

 


Cuando cumples 17 años y te llamas Lucía, llevas 17 años creciendo, aprendiendo y haciendo feliz a mucha gente. 

Cuando cumples 17 años y te llamas Lucía has cambiado mucho desde que lloraste por primera vez en el regazo de tu madre, después de día y medio de debate sobre si "quiero salir o no", y cómo gestionar ese cordón umbilical que andaba en bandolera. Aquel día tu padre esperaba ansioso tu nacimiento, nervioso pero feliz, ajeno a los preocupantes datos que arrojaban los monitores, mientras que tu madre, mucho más sabia en asuntos sanitarios, se preocupaba más por ti que por ella, en esas horas tan largas. Naciste, al fin, preciosa. A tu madre le costó lo suyo, bien lo sabe Dios, pero las dos lo hicisteis maravillosamente. 

Desde ese día, 24 de octubre de 2004, San Antonio María Claret, el patrono de mi colegio de toda la vida, qué casualidad, llevas muchas cosas buenas aprendidas, algunas con una sonrisa y otras con alguna lágrima, lo que viene siendo la vida, hija mía. Pero como las entradas de este blog no pueden tener una extensión que aburra a las ovejas, voy a centrarme en tres, o quizá alguna más. 

1.- Hablar, comunicarte, expresarte, escuchar. "Yo hablo perfectamente" dijiste con apenas 2 años cuando alguien de la familia comentó algo en esa misma línea. ¡ Lo bien que habla esta niña!. Al principio hablabas para aprender, para preguntar, para conocer. "Quien deja de preguntar deja de aprender" te dijo alguien alguna que otra vez. Y daba gusto contarte cosas porque se veía esa mirada de interés, de "grabadora funcionando", de "antena puesta" para acumular opiniones, conocimientos. "Lucía es una agendita con piernas" decía una profesora tuya. Lo que le dices, queda apuntado en su memoria. Y cuando fuiste creciendo crecía tu conversación, tu vocabulario. Todo lo que lees y todo lo que aprendes lo usas cada día, porque pocas cosas hay que te gusten más que hablar, que comunicarte, que expresar tus sentimientos y tu parecer. No te calles nunca, por que lo que dices te sale del corazón, y eso nunca puede ser malo. Ahora a veces te vence la adolescencia, y cuando hablas es complicado entender algunas cosas, pero eso pasará, cuando ya no tengas 17. 

2.- Abrazar, besar, cuidar. No existe una forma de medir cómo es de cariñosa una persona. Y mucho menos lo adecuado a la hora de expresar el cariño. Lo que para unos resulta empalagoso y exagerado, para otros es insuficiente. Para unos es suficiente con una mirada, para otros, sin un abrazo no hay cariño. Tu eres de abrazar, de besar, de mirar, de achuchar. Cuando quieres a alguien se te nota en la mirada, en cómo hablas de esa persona, y cuando no la quieres, también. Eres de esas personas que les salen subtítulos en la cara cuando se quedan calladas. Primero fuiste cariñosa con tu familia. Con tus abuelos, los que desgraciadamente ya no están y la que todavía camina por el mundo. Con tus tías, por supuesto con tus padres pero sobre todo, y ante todo, con tu hermano. Jamás hubo pelusa o un detalle malo contra él, a pesar de que llegase y tuvieses que compartir protagonismo. Alguna vez quisiste llamar la atención de tus padres, pero hacia él siempre amor, nada más que amor. Cero pelusa, todo cariño. Ahora toda gira en torno a tus amigos y ellos no sólo se han unido a tu círculo de cariño, sino que son los protagonistas principales, pero sigue habiendo tiempo para todos, porque no nos excluyes, sino que les sumas. 

3.- Trabajo, responsabilidad, autoexigencia. Cuando cumples 17 años estás a punto de hacer la EVAU. Te quedan pocos meses para hacer un examen que decidirá mucho de tu futuro profesional, o quizá no, quien sabe qué te deparará la vida. Sólo puedo decir que por mi parte te tengo envidia en cuanto a tu disciplina y tu capacidad de estudio. Te veo día a día estudiando, realizando tus tareas, preparándote, sin que nadie te diga nada. Jamás hemos tenido que recordarte algo sobre tareas, obligaciones, responsabilidades. Tú misma sabías lo que debías hacer. Si yo hubiera sido así, quien sabe. Te veo tan decidida, con una vocación clara, con un objetivo. 

Por supuesto que tienes cosas que no me gustan. Pero no las voy a poner aquí. Cuando cumples 17, lo que toca es que te diga, otra vez, que tu padre está muy orgulloso de ver en la mujer que te has convertido. Porque ya no eres una niña, y ya no te veo como una adolescente. Para mi ya eres una mujer y así intento tratarte. No por tu edad, no por los 17 y la cercana mayoría de edad o el paso a la Universidad, sino por lo que demuestras cada día. Cuando cumples 17 y te llamas Lucía, ya eres adulta, mucho más que yo a tu edad, aunque tu DNI no lo diga. 






jueves, 21 de octubre de 2021

Gracias Canija



No me tengo por un chulo, un tipo que busca broncas o un amigo de las peleas. Al contrario, estoy muy convencido de mi nula valía a la hora de mantener cualquier enfrentamiento físico. De pequeñito no hacía Judo, ni Karate ni nada de eso. Y de mayor, mucho menos. Mi carácter siempre ha sido más bien de abrazar y sonreír que de golpear e imponer mi criterio por la fuerza. Puedo contar con los dedos de una mano las veces que he puesto la mano encima a alguien, y con los dedos de las dos manos las veces que me la han puesto a mi. 

Sin embargo, albergo otra cualidad que no compagina muy bien con lo anterior, y es mi capacidad de no callarme ante lo que me parece injusto, al avasallamiento, al chulerío y al macarrismo. Esos tipos que te encuentras de vez en cuando y que sabes que salen por la mañana de su casa diciendo "a ver con quien me pego hoy". Esos que por alguna causa dan más importancia a quedar por encima que a la razón.  

De vez en cuando te encuentras con alguno de esos. Tipos brutos, quizá dependientes de alguna sustancia ilegal y tremendamente nociva, o simplemente aquejados de alguna psicopatología que no tratan convenientemente y degenera en comportamientos de confrontamiento y violencia. 

Y lo peor que puedes hacer con alguno de estos tipos es no callarte. Es tal su mala educación y su barbarie que, al final, una voz que no has controlado sale de ti y les dice algo, eso que ellos están deseando que les digas para poder romperte la cara. 

Hace unos días me crucé con uno de esos. No viene al caso la situación, pero lo que en principio era ir a la tienda a comprar una pila para el mando del coche terminó conmigo en la calle, con la espalda pegada a la pared y un animal gritándome a menos de 15 cm de distancia, deseando que le diera una excusa para darme un puñetazo, o quizá mil. 

Yo no tengo edad para estas cosas. Me sentí estúpido por haber caído en su provocación, por no haberme callado, por no permanecer por encima de su brutalidad y por no ser más listo. "Alguien les tiene que decir algo", pensará el lector, pero ese "alguien" no soy yo. Pero lo fui. 

Y cuando estaba allí, rodeado por ese cafre, gritando y amenazando, me acordé de la Canija, y eso evitó males mayores. Canija es la perra de un amigo mio. Canija me ha dado muchas veces ejemplo de como comportarse en casos de enfrentamientos. A la Canija se acercan ladrando y agresivos perros más grandes, violentos, con sentido territorial. Parece que la van a destrozar a mordiscos, pero nunca pasa nada. Canija se queda quieta, agacha la cabeza, no ladra, no mueve la cola. Y es en ese momento cuando el perro grande, violento, entiende que "ha ganado" y que no es necesario seguir. Canija se da media vuelta, y sigue su camino. 

Y eso fue lo que pensé cuando tuve a ese animal encima mio. 

Opción 1: patada en las pelotas y salir corriendo. 

Opción 2: estrategia "canija". 

Lo tuve claro. Agaché la cabeza, aguanté el chaparrón, me quedé callado y al final el animal volvió del agujero del que había salido, sin comenzar una pela. ¿Fui cobarde? ¿Inteligente? ¿Cobarde e inteligente? Me da igual. 

Gracias Canija, por enseñarme el camino de la fuerza. Soy tu joven padawan y gracias a tu ejemplo sobreviví al ataque de ese Lord Sith. 




miércoles, 13 de octubre de 2021

Una ventaja de cumplir años




Como parece que lo de cumplir años se vuelve irremediable y que, además, es la mejor opción posible, es conveniente centrarse en los beneficios que reporta, en lugar de torturarse con los inconvenientes que supone. En eso estoy. 

Sin duda uno de esos beneficios es la capacidad, asombrosa, de estar sin pareja y, a la vez, tener amigas. Esto es muy sorprendente. Años atrás, el hecho de no tener pareja convertía dentro de mi subconsciente a cualquier mujer libre y adulta en una posible pareja, novia, conquista o ligue. No cabía otra. Era un instinto telúrico, ancestral, atávico o incluso carpetovetónico. Una fuerza interna te lanzaba a la conquista, daba igual el resultado final, que siempre depende de ellas, pero esa juventud te arrastraba a intentarlo. Cualquier cosa menos que un amigo te llamase "pagafantas". Yo lo he sido y una vez, con 17 años, un amigo mio me dijo; "lo que te pasa es que eres de esos que se hacen amigos de las tías", y me lo dijo con una cierta mirada de pena y ternura, de caso perdido. Desde aquel momento tomé consciencia de la gravedad de mi comportamiento y no se volvió a repetir. Hasta ahora. 

El paso de los años ha desarrollado una especial habilidad para descubrir que las mujeres pueden ser buenas amigas, y compañeras estupendas para conversar, pasear, ir al cine, confesar y sonreír. Yo no sé si ellas piensan o sienten lo mismo, supongo que sí, pero siempre generalizar es el mejor camino para el error. Ya no siento esa necesidad de contacto y conquista cuando estoy con ellas. No se confunda el lector, el instinto existe, perdura, está, vive. Pero se controla y se selecciona el interés. Y se controla supongo que gracias a la experiencia y la madurez que con los años aprendes a disfrutar de todo. Esa palabra, madurez, que cuando tienes 18 años parece el objetivo principal de todo tu desarrollo emocional y que, cuando tienes más de 50, es un simple sinónimo de tiempo consumido. 

En estos últimos meses he tenido la inmensa suerte de hacer una especie de pandilla, cuadrilla, grupo en el que los chicos somos minoría y ellas son amplia, generosa, variada y exultante mayoría. Y en ese grupo ante todo se respira amistad. No quisiera caer en la cursilería y en llenar esta entrada al blog de frases ñoñas. 

Sólo diré que en este momento son lo que necesito. Durante el puente del Pilar quedé con tres de ellas a charlar, una para ver una exposición de muñecas, con otra a observar las Dracónidas en mitad de la noche en medio del monte, y con otra a compartir conocimientos profesionales, pues ambos compartimos, en cierta forma, profesión. Tres ratos estupendos. 

"Una vez perdidas las pasiones se han visto sorprendentes conversiones" decían. Puede incluso que suceda antes de que se pierdan. Fíjate. 


jueves, 7 de octubre de 2021

Ella no se rinde

 


Son 92 años. Muchas experiencias acumuladas y muchos ratos, buenos y malos, vividos. La edad no la ha hecho más lista. Ella ha sido muy lista desde siempre, quizá demasiado. 

Discreta cuando tenía que serlo. Cariñosa. Intentaba que no se le notase mucho la ventaja que nos llevaba a todos en las cosas de la vida. Cuando yo comenzaba a caminar, ella ya estaba de vuelta y conocía cada recodo del camino que apenas había empezado a pisar. A mí, por lo menos, no me decía lo que había que hacer, más bien aportaba su opinión, lo que ella haría si estuviera en mi lugar. 

Tampoco es perfecta, por supuesto. Esa inteligencia la ha hecho muy independiente, tanto que parece que no necesita a nada ni a nadie y, sin embargo, no es así. Saber que eres más lista que la mayoría te puede convertir en orgullosa y sin quererlo, un poco sobrada y tener la mirada ligeramente por encima del hombro y, sobre todo, pecar de desconfianza. Por que la raza humana en general es buena, pero no siempre es de fiar.   

Este verano he pasado mucho tiempo con ella. Mucho. Un regalo. Tardes para jugar a las cartas o al dominó. Tardes para charlar. Nos hemos vuelto a contar esas cosas que nos hemos contado mil veces, pero que tanto echaré en falta el día que ya no me las pueda volver a contar. Hemos reído y nos hemos mirado. Y me ha repetido más de mil veces "cuanto te pareces a tu padre". 

Y de ese tiempo disfrutado con ella me quedo con su lucha. Su lucha por levantarse y caminar, torpemente, desde la cama al baño y desde el baño al sofá. Ella sola, con sus piernas, porque el día que no lo haga se convertirá en "un trasto" y ella no quiere eso. Su lucha por leer el periódico todos los días y entender y comentar. Y ese afán por intentar ir al oculista a ver si le arreglan el ojo que tiene mal. Ya me dirás, mamá, con 92 años y sigues leyendo el periódico todos los días, que más quieres. Pero para ella no es suficiente. 

Ella no se rinde. Quiere estar bien, cumplir unos mínimos vitales que le permitan mantener los sentidos y así llenar su tiempo. Mantener la cabeza funcionando es primordial, que lo que no se usa se acaba atrofiando. Su afán por la salud es proverbial desde que la conozco y siempre ha estado mala, pero siempre ha estado bien. Siempre llena de achaques que transmitía a los médicos como si fuera el fin del mundo y ellos solucionaban con una medicina, que muchas veces ella no tomaba, después de leer el prospecto y decidir que eso posiblemente le haría más mal que bien.  

Su cuerpo, poco a poco, va cediendo terreno y rindiendo parcelas que ya no se recuperarán. Y ella se enfada consigo misma y se queja, cuando los que la acompañamos sólo podemos ver la suerte que tiene de seguir aquí, con nosotros, en un razonable estado de salud. No tiene nada grave, solo 92 años. 

Su cuerpo se va rindiendo pero su alma, sin embargo, no se rinde. 



 

martes, 5 de octubre de 2021

Sí, ha sido mucho tiempo fuera.


Hace más de 7 años que comencé a colaborar con una nueva empresa, joven y tecnológica, que ocupó gran parte de mi tiempo y me llenó de ilusiones para reconducir lo que en ese momento era un dramático contexto laboral y profesional. Esa ilusión y ese "menos tiempo disponible" me hicieron ir abandonando el ratito de felicidad que suponía escribir de vez en cuando sobre lo que me pasaba, en estas páginas. 

Fue pasando el tiempo y ese tiempo me ha hecho recuperar el contacto con dos personas a las que apenas veía pero que por una estupenda casualidad, o no, he incluido en mi día a día. Esas dos personas no se conocían entre sí, pero yo las conocía desde hace mucho años. Perdone el lector que no ponga la fecha exacta del inicio de esas amistades, pero son muchos años, muchos. Podría alegrarme de la experiencia y sabiduría obtenida con la edad, que lo hago, pero también provoca vértigo hablar de décadas como el que habla de semanas. 

Pues estas dos personas, ella y él, que no se conocían, cada vez que se juntan me recuerdan que debo recuperar la bonita afición de escribir este blog. No entienden porqué lo dejé y alimentan mi ego sobradamente con sinceras afirmaciones, supongo, sobre lo mucho que les gustaba leerlo. 

Hoy vuelvo a comenzar a escribir aquí. Lo hago porque es bueno para mí. Lo hago por ellos. Lo hago porque alcanzada esta edad, creo que escribir es de las pocas cosas que hago mejor que la media y al final, hay que intentar hacer lo que haces bien y, además, te gusta. 

La foto es de un paseo reciente con esas dos personas. Gracias.