Cuando cumples 17 años y te llamas Lucía, llevas 17 años creciendo, aprendiendo y haciendo feliz a mucha gente.
Cuando cumples 17 años y te llamas Lucía has cambiado mucho desde que lloraste por primera vez en el regazo de tu madre, después de día y medio de debate sobre si "quiero salir o no", y cómo gestionar ese cordón umbilical que andaba en bandolera. Aquel día tu padre esperaba ansioso tu nacimiento, nervioso pero feliz, ajeno a los preocupantes datos que arrojaban los monitores, mientras que tu madre, mucho más sabia en asuntos sanitarios, se preocupaba más por ti que por ella, en esas horas tan largas. Naciste, al fin, preciosa. A tu madre le costó lo suyo, bien lo sabe Dios, pero las dos lo hicisteis maravillosamente.
Desde ese día, 24 de octubre de 2004, San Antonio María Claret, el patrono de mi colegio de toda la vida, qué casualidad, llevas muchas cosas buenas aprendidas, algunas con una sonrisa y otras con alguna lágrima, lo que viene siendo la vida, hija mía. Pero como las entradas de este blog no pueden tener una extensión que aburra a las ovejas, voy a centrarme en tres, o quizá alguna más.
1.- Hablar, comunicarte, expresarte, escuchar. "Yo hablo perfectamente" dijiste con apenas 2 años cuando alguien de la familia comentó algo en esa misma línea. ¡ Lo bien que habla esta niña!. Al principio hablabas para aprender, para preguntar, para conocer. "Quien deja de preguntar deja de aprender" te dijo alguien alguna que otra vez. Y daba gusto contarte cosas porque se veía esa mirada de interés, de "grabadora funcionando", de "antena puesta" para acumular opiniones, conocimientos. "Lucía es una agendita con piernas" decía una profesora tuya. Lo que le dices, queda apuntado en su memoria. Y cuando fuiste creciendo crecía tu conversación, tu vocabulario. Todo lo que lees y todo lo que aprendes lo usas cada día, porque pocas cosas hay que te gusten más que hablar, que comunicarte, que expresar tus sentimientos y tu parecer. No te calles nunca, por que lo que dices te sale del corazón, y eso nunca puede ser malo. Ahora a veces te vence la adolescencia, y cuando hablas es complicado entender algunas cosas, pero eso pasará, cuando ya no tengas 17.
2.- Abrazar, besar, cuidar. No existe una forma de medir cómo es de cariñosa una persona. Y mucho menos lo adecuado a la hora de expresar el cariño. Lo que para unos resulta empalagoso y exagerado, para otros es insuficiente. Para unos es suficiente con una mirada, para otros, sin un abrazo no hay cariño. Tu eres de abrazar, de besar, de mirar, de achuchar. Cuando quieres a alguien se te nota en la mirada, en cómo hablas de esa persona, y cuando no la quieres, también. Eres de esas personas que les salen subtítulos en la cara cuando se quedan calladas. Primero fuiste cariñosa con tu familia. Con tus abuelos, los que desgraciadamente ya no están y la que todavía camina por el mundo. Con tus tías, por supuesto con tus padres pero sobre todo, y ante todo, con tu hermano. Jamás hubo pelusa o un detalle malo contra él, a pesar de que llegase y tuvieses que compartir protagonismo. Alguna vez quisiste llamar la atención de tus padres, pero hacia él siempre amor, nada más que amor. Cero pelusa, todo cariño. Ahora toda gira en torno a tus amigos y ellos no sólo se han unido a tu círculo de cariño, sino que son los protagonistas principales, pero sigue habiendo tiempo para todos, porque no nos excluyes, sino que les sumas.
3.- Trabajo, responsabilidad, autoexigencia. Cuando cumples 17 años estás a punto de hacer la EVAU. Te quedan pocos meses para hacer un examen que decidirá mucho de tu futuro profesional, o quizá no, quien sabe qué te deparará la vida. Sólo puedo decir que por mi parte te tengo envidia en cuanto a tu disciplina y tu capacidad de estudio. Te veo día a día estudiando, realizando tus tareas, preparándote, sin que nadie te diga nada. Jamás hemos tenido que recordarte algo sobre tareas, obligaciones, responsabilidades. Tú misma sabías lo que debías hacer. Si yo hubiera sido así, quien sabe. Te veo tan decidida, con una vocación clara, con un objetivo.
Por supuesto que tienes cosas que no me gustan. Pero no las voy a poner aquí. Cuando cumples 17, lo que toca es que te diga, otra vez, que tu padre está muy orgulloso de ver en la mujer que te has convertido. Porque ya no eres una niña, y ya no te veo como una adolescente. Para mi ya eres una mujer y así intento tratarte. No por tu edad, no por los 17 y la cercana mayoría de edad o el paso a la Universidad, sino por lo que demuestras cada día. Cuando cumples 17 y te llamas Lucía, ya eres adulta, mucho más que yo a tu edad, aunque tu DNI no lo diga.