Hace mucho que ya no estás, pero estás. Sigues aquí porque te recordamos y te seguimos queriendo como te queríamos aquel puñetero 12 de enero. Uno nunca se marcha mientras existan personas que te recuerden y te quieran. Pero para que te recuerden hay que trabajar mucho, dar mucho, querer mucho. Como tú hacías.
Tengo la total seguridad de que los hijos no nos damos cuenta de todo lo que hacen nuestros padres por nosotros y en tu caso y el mío, no se rompe la regla. Y eso que considero que siempre te quise, te lo demostré y te respeté, con total cariño y agradecimiento, pero la balanza de un buen padre siempre pesa más, siempre, por mucho que el hijo te honre.
Cuando no estás es cuando te das cuenta de lo que valía la presencia, el buen humor, la paciencia, el sacrificio siempre poniéndonos por delante a nosotros, la risa a carcajadas viendo los dibujos animados del CorreCaminos, los besos al entrar y al salir de casa, las comidas los fines de semana, los abrazos con los goles de atleti, tus lágrimas en mi boda, tu cara de preocupación por mis problemas, tu orgullo cuando algo me salía bien,...
Cuando vivías no buscaba tu consejo, apenas te contaba nada, muchas veces por no preocuparte, claro, y desde que no estás, no hay mes que no piense en que si estuvieras aquí te preguntaría qué hacer en esto o en lo otro.
Mamá cuenta que al llegar a casa te decía las cosas malas que habíamos hecho para que nos regañases, y tu siempre respondías "Alfonsa, que yo llego a casa a estar feliz con vosotros, no a regañar por cosas que han pasado hace horas". A estar feliz, tranquilo, alegre. Con tus prontos y tus enfados, como los tenemos todos, pero alegre, en tu casa, con tus hijos y tu mujer.
De vez en cuando me sorprendo llorando desconsolado, como lloré aquel maldito 12 de enero en el que te fuiste de repente, sin molestar, sin avisar. Te marchaste para que todo fuese rápido y pudiésemos seguir, mal que bien, con nuestras vidas. Sin ser una carga, sin tenernos meses preocupados, viviendo en un hospital. Y lloro porque no te dije mil veces más que te quería, aunque te lo hubiese dicho mil millones de veces ya.
Te quiero papá.
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