Mi hija acaba este año el colegio y se adentrará ya de forma completa, aunque ella ya lo es hace tiempo, en el mundo de los adultos, en la Universidad. Deja atrás la protección de su colegio, con profesores que velan por ella tanto en lo académico como en lo personal, y verá que fuera la cosa es diferente, que eres un nombre más en una lista, de los muchos nombres que llenan muchas listas durante muchos años para muchos profesores en la Universidad. Espero que se encuentre con algún profesor diferente, de esos que hacen otras cosas, que disfrutan de su profesión. Y espero que ella sepa darse cuenta de esas oportunidades y aprovecharlas. Yo no lo hice.
Y viendo como ella acaba el colegio, me acuerdo del mio. Corazón de María 1. Colegio Claret Madrid. No tengo un sólo mal recuerdo de los 15 o 16 años que pasé allí. Igual sí que hubo momentos tristes, pero la inocencia de la infancia alguna veces o las ganas de recordar sólo lo bueno, hacen que no permanezcan en mi memoria. No es el mejor colegio de Madrid según esas listas que se publican cada año, pero sí fue el mejor colegio para mí.
El colegio me ofreció todo lo que yo con mi edad necesitaba para crecer feliz y de la forma más completa posible. Aprendí a tocar la guitarra y encontré decenas de personas que también lo hacían. Encontré aún más gente que le gustaba cantar. Encontré unos valores que igual ahora se me hacen ñoños, pero me mantuvieron apartados de lo malo que tenían aquellos años un Madrid vivo, alegre, protagonista de la Movida, pero también con mucha jeringuilla y muchas papelinas. Yo jamás vi liar un porro a nadie hasta que llegué a la Universidad ni emborracharse a ningún amigo. ¿Ñoño? Puede ser, pero desde mi perspectiva actual de padre, lo valoro sobremanera.
Encontré profesores y sacerdotes que se preocupaban por hacerte una persona íntegra, con la complejidad de lidiar con clases de 42 o 43 alumnos, pero lo intentaban.
Encontré una Parroquia en el mismo colegio en la que podía reflexionar, pensar sobre lo que hacía bien o mal y, sobre todo, relacionarme con chicas, tener amigas que aún hoy conservo y que supongo que leen este blog. Cuando el colegio era solo para chicos, esto era muy importante para un crecimiento y desarollo normal. Un ambiente lleno de canciones, de fiestas, de salidas a la montaña, de tiendas de campaña, de pañoletas rojas y azules, de juegos y de oración.
Cuando se entra a Madrid desde la A2, el 99% de las personas se quedan admiradas mirando sorprendidas la increíble arquitectura de las Torres Blancas de Sáenz de Oiza. Yo miro justo detrás, con una sonrisa tonta en la cara, llena de añoranza y gratitud, a mi colegio.