viernes, 17 de febrero de 2012

No mires para atrás, que te la das...

En la agotadora y sin final tarea de ser padre, estas semanas vengo repitiendo de manera aburrida una frase. Hace un mes era otra, y dentro de un par de ellos será otra, pero ahora mismo es esta: No mires para atrás que te la das.

Los niños ven algo que les gusta y lo quieren seguir mirando, no importa que tengan que irse. Si les dices que es la hora de cenar, ellos caminan como los cangrejos hacia la cocina, sin dejar de mirar a la televisión, para apura 15 segundos más del capitulo de Bob Esponja que ya han visto 1.342.453.424 veces, una más, una menos.

Si van por el pasillo del cole y se encuentran con un amigo, ellos giran la cabeza y siguen hablando con su amiguito, caminando hacia atrás, demostrando un total desprecio por lo que venga de frente. Y no te digo nada si están es una tienda y han visto un juguete que les gusta. Conviene ver por donde vas, le digo, le repito, le grito...

El resultado final es a veces doloroso. El miembro más afectado suele ser la cabeza de mi hijo y, cuatro segundos después, los oidos del padre.

No mires para atrás, que te la das. Pero no es solo un problema de los más pequeños.

Mirar hacia atrás está bien. Es maravilloso tener recuerdos. Pero antes de mirar atrás, deten tu camino, aunque sea un instante. Cuando avancemos, que sea sin mirar atrás. Lo pasado, pasado. Lo hemos disfrutado, lo hemos vivido, hemos aprendido. Pero lo que nos queda por delante es igual de importante, y necesitamos los cinco sentidos.

No mirés para atrás, que te la das.

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