Pues no. Existen ratitos de felicidad siempre que estemos con las personas que nos generan esos ratitos y esas situaciones en las que "no nos hace falta nada más". En la voluntad de cada uno está ponerlos por delante, lo primero, lo principal o dejarnos vencer por lo externo, lo grave, lo terrible.
En el fondo, es decisión de cada cual decidir si sólo sufrimos por lo que no podemos cambiar, por lo que nos es inalcanzable (una guerra, una pandemia, la economía, etc...) o nos dedicamos a disfrutar también, un poquito, un ratito, de lo que sí está en nuestra mano, en lo que nos toca cada día, de nuestras aficiones, de nuestras personas, de nuestros lugares.
No estoy pasando por buenos momentos, y supongo que casi nadie lo hace. Las sombras son muy negras y muy altas. Pero también, que caramba, hay luces maravillosas.
Ella ha cumplido 93 años hace poco, y él, unos exultantes y maravillosos 15 años.
Ella no pierde las ganas de estar con su familia, de celebrar su cumpleaños rodeada de nietos, de ir a la playa, de leer y de contarnos historias que hemos oído mil veces, pero que escuchar son una delicia. Ella sigue abrazando y diciendo que me quiere y yo también sigo diciendo "te quiero mamá" y ella todavía lo escucha. Maravilloso.
Él me saca la cabeza con sus 15 años, no es difícil, hace mucho deporte, es muy listo y muy divertido, le encanta la comida sana y no para de leer. No lee mucho en papel, que se le va a hacer, sobre todo lo hace en la dichosa pantalla, pero alguna cosa buena tendrá. No me acuerdo como era yo con 15 años, pero en él veo algo maravilloso, lleno de vida, de inteligencia, de futuro. Él a veces no lo ve. Pero es tan evidente...
Mi momento actual me pide estar con los amigos que me llevan al monte, al campo, a la naturaleza, a huir de la ciudad y de la misma habitación. Aire, vistas, cielos, nubes, pájaros, senderos, conversaciones nuevas y tranquilas, esfuerzo, sudor y piernas cansadas. Momentos maravillosos y esa sensación de pensar "menos mal que no me he quedado en casa, mirando el móvil, haciendo nada de nada". Elijo pasar tiempo en otras casas, rodeadas de campo, de árboles, de agua, de fuego de leña. De calor.
Ante las sombras altas y negras, elijo estar con los que me quieren. Esto parece evidente pero a veces no lo hacemos. A veces estamos con gente por costumbre, por inercia, por obligación. O estamos solos, cuando no queremos estar solos, algo que se puede evitar con una llamada, con un mensaje.
Si quieres verme, dímelo.