lunes, 28 de febrero de 2022

Estar con quien te quiere

 


Podríamos pensar que con la que está cayendo es muy complicado encontrar ratitos de felicidad. Que si una guerra en Europa, que si el precio de la gasolina y de todo lo demás, que si la pandemia que parece que ya se ha ido pero sigue con nosotros, latente...

Pues no. Existen ratitos de felicidad siempre que estemos con las personas que nos generan esos ratitos y esas situaciones en las que "no nos hace falta nada más". En la voluntad de cada uno está ponerlos por delante, lo primero, lo principal o dejarnos vencer por lo externo, lo grave, lo terrible. 

En el fondo, es decisión de cada cual decidir si sólo sufrimos por lo que no podemos cambiar, por lo que nos es inalcanzable (una guerra, una pandemia, la economía, etc...) o nos dedicamos a disfrutar también, un poquito, un ratito, de lo que sí está en nuestra mano, en lo que nos toca cada día, de nuestras aficiones, de nuestras personas, de nuestros lugares. 

No estoy pasando por buenos momentos, y supongo que casi nadie lo hace. Las sombras son muy negras y muy altas. Pero también, que caramba, hay luces maravillosas. 

Ella ha cumplido 93 años hace poco, y él, unos exultantes y maravillosos 15 años. 

Ella no pierde las ganas de estar con su familia, de celebrar su cumpleaños rodeada de nietos, de ir a la playa, de leer y de contarnos historias que hemos oído mil veces, pero que escuchar son una delicia. Ella sigue abrazando y diciendo que me quiere y yo también sigo diciendo "te quiero mamá" y ella todavía lo escucha. Maravilloso. 

Él me saca la cabeza con sus 15 años, no es difícil, hace mucho deporte, es muy listo y muy divertido, le encanta la comida sana y no para de leer. No lee mucho en papel, que se le va a hacer, sobre todo lo hace en la dichosa pantalla, pero alguna cosa buena tendrá. No me acuerdo como era yo con 15 años, pero en él veo algo maravilloso, lleno de vida, de inteligencia, de futuro. Él a veces no lo ve. Pero es tan evidente...

Mi momento actual me pide estar con los amigos que me llevan al monte, al campo, a la naturaleza, a huir de la ciudad y de la misma habitación. Aire, vistas, cielos, nubes, pájaros, senderos, conversaciones nuevas y tranquilas, esfuerzo, sudor y piernas cansadas. Momentos maravillosos y esa sensación de pensar "menos mal que no me he quedado en casa, mirando el móvil, haciendo nada de nada". Elijo pasar tiempo en otras casas, rodeadas de campo, de árboles, de agua, de fuego de leña. De calor. 

Ante las sombras altas y negras, elijo estar con los que me quieren. Esto parece evidente pero a veces no lo hacemos. A veces estamos con gente por costumbre, por inercia, por obligación. O estamos solos, cuando no queremos estar solos, algo que se puede evitar con una llamada, con un mensaje. 

Si quieres verme, dímelo.    

 


martes, 15 de febrero de 2022

Ayudar


Esta semana estoy buscando y disfrutando los ratitos de felicidad, como hago siempre. Los veo en los demás y los vivo yo también en primera persona. Veo sonrisas de otros y veo las mías, vivo y disfruto las ilusiones por nuevos proyectos de personas queridas, siento los abrazos que me dan, aprovecho los ratos libres para dar esos paseos por el campo que tan buenos son para el alma y para el cuerpo. Siempre hay ratitos de felicidad. 

Pero en ocasiones esos ratitos son más efímeros, más leves, porque sientes algo que te preocupa y no se va nunca del todo. Si tienes a alguien que quieres mucho y que no está bien, tu felicidad es menos felicidad inmediatamente. La sonrisa dura menos tiempo en tus labios y el corazón se encoje un poquito cuando recuerdas lo que le pasa a esa persona. 

Y lo peor es cuando no sabes cómo ayudar. Hay ocasiones que eres consciente de que no puedes ayudar, porque no está en tu mano, porque no eres médico, porque no tienes los recursos necesarios para evitar la situación que se viene encima, o por mil razones más. 

Pero hay veces que piensas que sí podrías ayudar, porque esa persona está triste y te dices "con lo que yo la quiero, seguro que con mi cariño logro ayudar, arrancar una sonrisa, inventar un plan que ilusione, sacarle de la habitación y la apatía". "Si pienso un poco, con todo lo que la conozco, seguro que encuentro algo que le provoque un ratito de felicidad" 

Pero como me decía un sabio "no sirve querer". Por mucho que quieras ayudar, si la otra persona no se deja, o no puede, o no quiere, es que no puedes hacer nada. Sólo puedes estar allí, intentar planes, inventar posibles buenos momentos y ver cómo los rechazan, porque no quieren. E intentar no enfadarte con el mundo, para que esa persona no se sienta mal, o incluso peor, por rechazar tus planes o verte enfadado, porque la otra persona también te quiere. No vayamos a hacer mayor su tristeza. 

Y es bastante terrible vivir algo así, porque sigues pensando que tú puedes hacerle sonreír, como lo has hecho tantas veces anteriormente, y quieres que vuelva la mejor versión de esa persona, con su comida favorita, con su música favorita, con un chiste, con un regalo, con lo que sea, pero no funciona. 

Intentaremos sustituir impotencia y bloqueo por paciencia y cariño.  


  

martes, 8 de febrero de 2022

El silencio


Me invita una amiga al teatro y resulta que el título de la obra es "Silencio" y luego me entero que se trata de un monólogo de casi dos horas. ¿Un mimo? Es lo primero que se te ocurre, aterrorizado. Pero luego ves que el autor es Juan Mayorga y todo parece más razonable con un autor de garantías. 

La obra, excelente. y Blanca Portillo, impresionante. Hace tiempo que no me enfrentaba a un texto tan culto y lleno de mensajes, sensaciones y sentimientos. Cuando estás pensando en la profundidad de la frase que acabas de escuchar, te has perdido las dos siguientes y su mensaje. Teatro puro, hablando del silencio. El teatro es palabra, fundamentalmente, pero es necesario, importante e imprescindible el silencio, sí, para expresar pena, dolor, emoción, alegría. Cuando los actores callan, el espectador solo mira, cierra sus oídos y son los ojos y el corazón los que se vuelven protagonistas. Como en la vida, exactamente igual. 

En la obra se citaron miles de referencias a frases célebres y refranes sobre el silencio. Desde "Mil veces me arrepentí de mis palabras y ni una sola de mis silencios" hasta "El silencio de los corderos", pero a mi me llegó una, especialmente, que me conecta con este blog y su ratito de felicidad. 

No recuerdo el texto exacto pero decía algo así como que "sobre todo, el silencio, el propio, es necesario para escuchar las palabras de los otros". Cuando escuchamos a nuestro hijo decir que nos quiere, lo escuchamos porque estamos en silencio. Si tu madre te dice que eres la mejor hija del mundo, lo escuchas porque estás en silencio. Cuando ves las lágrimas del otro, abrazas, callas y esperas. Si quieres aprender algo de alguien, debes estar en silencio. Cuando me siento para escribir este blog, debo estar callado, concentrado, en silencio.

Estar en silencio es el primer paso necesario para escuchar al otro, al que te quiere o al que no. Estar en silencio no significa que no tengas nada que decir, sino que aceptas que en ese momento, la otra persona es más importante, necesita tu mirada, tus manos, tu tiempo, pero no exactamente necesita tus palabras. Silencio es respeto. 

Los hombres, el genero masculino, yo el primero, solemos tener la necesidad de responder inmediatamente cuando alguien nos cuenta un problema, dar un consejo, proponer una solución, con nuestro eminente sentido práctico de la vida, con la mejor intención de ayudar a que la otra persona supere el mal momento. Sin embargo, muchas veces, la otra persona no necesita el consejo, también puede llegar a la misma conclusión que le propones, no es torpe y ni tú el más listo, sino que necesita de tu silencio, tu mirada, tus manos y un abrazo. O simplemente una sonrisa. 

Ya llegará el momento de hablar, o no.