miércoles, 10 de diciembre de 2014

Y se acaba el año...



Buff, 

Cuantas cosas han pasado este año. Si las voy contando una a una todas las que me viene a la mente parecen negativas, incluso muy negativas, y sin embargo, al acabar este año me invade una sensación de tranquilidad y cierta esperanza. 

Es una sensación de orgullo de haber sobrevivido, unido a esa capacidad de ver lo positivo y olvidar lo que nos hace daño y una necesidad de pensar que todo va a ir mejor, quizá porque no pueda ya ir peor. 

En medio de los engaños, las enfermedades, las desilusiones y las muertes, emerge una inexplicable luz que parece que lo va iluminando todo. En medio del naufragio del Titanic, me siento contento de seguir agarrado a este barril que me mantiene seco y a flote, a pesar de todo lo perdido en el camino. Nos hemos acostumbrado a perder y a sufrir, y quizá eso nos hace ahora más fuertes. Valoramos lo pequeño, lo sencillo, porque es lo único que nos queda. 

2014 ha sido el año del final de una aventura que comencé con confianza y terminó en un gran engaño. Ya queda lejos todo y he vuelvo a comenzar, de nuevo. Perdí el sueño unas semanas, pero supongo que otros seguirán sin dormir. 

2014 ha sido el año del adiós a una persona muy buena, buena, buenísima. Tan buena que quizá se pasaba. Mis hijos perdieron a su abuelo y yo volví a sentir, de una manera directa, lo que supone perder a un padre. Supongo que en el cielo ha conocido ya al otro abuelo de sus nietos, y se están contando un montón de cosas. 

2014 ha sido el año en el que he visto a un amigo perder la alegría por la enfermedad de un hijo. Largos meses de hospital y la esperanza en todo lo alto, porque el muchacho está venciendo, pero me imagino que las lágrimas empapan la almohada de ese amigo todas las noches y su constante mirada perdida te hiela el corazón. 

Y sin embargo, seguimos mirando adelante y aferrándonos a esas cosas buenas que nos han pasado y que son suficientes, incluso más que suficientes, para seguir. 

Un amigo que sigue confiando en ti. Dos hijos que te sonríen cada mañana. Una guitarra colgada en la pared. La mirada de una madre. Un cliente que te valora. Volver al colegio de mi infancia y encontrar caras amigas. Otro amigo que te da una oportunidad. Comenzar cada día. Una hija que hace la Primera Comunión. Un hijo que te asombra con su amor. 

Gracias 2014 por todo. Vete y no vuelvas. Lo mismo que le dije a 2009, 2010...

Pero 2015 va a ser mejor, seguro. Al menos el anuncio de la Lotería ha mejorado bastante en 12 meses, ¿verdad?